Juego de Tronos es el fenómeno televisivo de la década. Todos hemos visto la serie o leído los libros. Los lunes son una prueba de fuego para evitar spoilers, y grupos de amigos se reúnen para sufrir juntos ante la perspectiva de la muerte de alguno de los protagonistas. Uno de los responsables de este sinvivir es “la Montaña”, Sir Gregor Clegane, famoso por su sadismo, fuerza inhumana y por tener un peculiar método para curar el dolor de cabeza de manera permanente.
Mucha gente me preguntaba si en la historia hubo alguien de este tamaño y fuerza. Sabemos que Sancho “el Fuerte” sobrepasaba los dos metros y Ricardo “Corazón de León” se acercaba a esta cifra. Pero si tiene que haber un número uno en el ranking de guerreros más fuertes del medievo, ese es Diego García de Paredes.
Nace en Trujillo en el año 1468. Pronto Diego destaca sobre los demás niños por una asombrosa talla y fuerza. Siendo hijo de un noble se educa en el arte de la guerra, pero no descuida su formación intelectual, así que aprende a leer y escribir. Hay dudas sobre si participó en la rendición de Granada, donde conocería a su más insigne patrón y amigo, el Gran Capitán. Pero sí sabemos que acaba en Italia junto a su hermano Álvaro para hacer fortuna en la guerra por Nápoles entre la monarquía hispánica y Francia.
Pero al llegar, las hostilidades habían cesado, y sin trabajo ni perspectivas se dedica al lucrativo negocio del robo de capas. Esta vida en el hampa no satisfacía a nuestro protagonista, por lo que gracias a un pariente en el Vaticano, consigue una oportunidad para servir al Papa Alejandro VI. La entrevista de trabajo fue «para enmarcar», realizando un ejercicio físico llamado «lanzar la barra» un grupo de italianos se le acerca con intenciones hostiles, armado con la pesada barra de hierro, Diego mata a cinco, hiere a diez y el resto huye. Ante semejantes credenciales, el papa Borgia le nombra guardaespaldas en su escolta.
En 1497 el Gran Capitán asedió Ostia para arrebatar el vital puerto de las manos del pirata Menaldo Guerra, que se encontraba al servicio de Francia. Diego, a las órdenes del papa, atacó la fortaleza de Montefiascone en una operación conjunta. Se cuenta que al llegar al portón, desdeñando las flechas que le lanzaban, agarró las argollas y con un tirón las arrancó dando vía libre al ejército papal; sus compañeros no daban crédito a lo que habían visto y la fama de Diego aumentó. Pero la fama atrae envidias. Un capitán italiano llamado Cesare acusó a Diego de traición. Los dos hombres se enfrentaron en duelo, pero no duró mucho, Diego armado con un enorme montante decapitó a Cesare tras un corto intercambio de golpes. Si tenemos que atender a su autobiografía Breve suma de la vida y hechos de Diego García de Paredes, participó en unos 300 duelos con idéntico resultado: la victoria.
Pero resulta que Cesare era alguien importante para los Borgia y nuestro protagonista tuvo que huir, refugiándose en el ejército de la monarquía hispánica. En el año 1500 participó en el asedio a la isla de Cefalonia, en Grecia. La isla estaba bajo control turco y una coalición de venecianos, españoles y franceses fue a tomarla para dar un golpe de mano a la amenaza otomana. El asedio fue una pesadilla: 700 jenízaros, las tropas de élite turcas, protegían el enclave, además usaban un ingenio de asedio conocido como lobos, unos ganchos que agarraban a los soldados y mediante cuerdas los subían a las murallas para rematarlos o dejarlos caer desde arriba.
Diego fue uno de esos infortunados, pero al llegar arriba no consiguieron dejarle caer, así que trataron de rematarlo. Armado con su espada y una rodela comenzó a luchar y despejó su sector de la muralla; refuerzos turcos llegaron en oleadas para acabar con él, pero contra todo pronóstico perecieron a manos del inmenso guerrero. Según las crónicas de la época, tres días resistió hasta que le capturaron (y es que queridos lectores, no sólo los griegos exageran sus historias). Cuando la fortaleza cayó, sus compañeros buscaron a Diego en las celdas, y lo encontraron, aunque fuera de esta: había arrancado sus cadenas de la pared, derribado la puerta y matado a los guardias usando las cadenas como armas. A partir de este momento se le empezó a conocer en toda Europa como “El Sansón o el Hércules de Extremadura”(1).
En 1502 participó en el conocido como “Desafío de Barletta” un duelo de honor entre franceses y españoles debido a que los caballeros franceses decían que los españoles no sabían combatir a caballo. El Gran Capitán tuvo que elegir once paladines; pese a estar herido, Diego fue seleccionado. Tras cinco horas de combate un francés resultó muerto y otro capturado; por el bando español una baja por captura, pero nadie se rindió y los franceses capitaneados por el famoso caballero Bayardo resistieron tras sus monturas muertas. Diego rompió su espada y su lanza, frustrado por el resultado, se acercaron al límite del campo de justas, agarró las grandes piedras que delimitaban el terreno y las arrojó contra los franceses, ante tamaña demostración de fuerza y el peligro de morir aplastados los franceses abandonaron el combate.
En 1503, durante la batalla de Garellano que expulsaría a Francia de Nápoles, se cuenta que por una provocación del Gran Capitán el extremeño agarró un montante y se colocó en un puente instando a los franceses a entablar lucha. El resultado: una especie de Termópilas debido a lo estrecho del puente, las cifras de bajas que nos dan las crónicas son exageradas, se habla de 500 e incluso 2.000 muertos, y es que a un gigante hay que fabricarle una historia a su medida. Aún con todo, Diego era un espectáculo atroz en combate. Este testimonio de las crónicas del Gran Capitán es muy ilustrativo.
“De Diego García de Paredes ni palabras bastan para lo contar, ni razones para lo dar a entender. Traía una grande alabarda, que partía por medio al francés que una vez alcanzaba, y todos le dejaban desembarazado el camino…Daba voces a todos que pasasen al real de los franceses…A dos artilleros partió por medio Diego García hasta los dientes, de que el Marqués estaba espantado…y comenzó a huir en uno de los cincuenta caballos que de Mantua habían traído”(2).
Las hazañas de Diego le llevaron a ser maestre de Campo y Carlos V le nombró caballero de la espuela dorada en 1532 por su papel en el sitio de Viena. Se suele decir que quién a hierro mata a hierro muere, pero Diego no murió por la espada ni por un disparo. Murió en 1533 al caerse del caballo ejecutando una cabriola para entretener a unos niños; y es que a diferencia de «la Montaña» Diego al parecer si poseía la nobleza de un caballero.