Con la proclamación del califato fatimí en el año 909 (1) y del califato omeya en el año 929 (2), el conflicto en el Mediterráneo estaba servido. Ambos califatos se consideraban herejes entre ellos y, más pronto que tarde, terminaría por afectar al desarrollo político y diplomático de ambos Estados. Para los andalusíes, la lucha con el califato fatimí en el Mediterráneo iba a ser como tener al vecino del segundo piso dando martillazos a las 7 de la mañana. Un vecino que se encontraba en medio de la ruta marítima y terrestre hacia Oriente. Para los fatimíes, los omeyas eran un duro rival en sus intentos por controlar la ribera norteafricana del Mediterráneo.
Una guerra periférica entre los califatos mediterráneos
Buena parte del conflicto se desarrolló en las costas magrebíes, por lo que el enfrentamiento tendría pocos choques directos entre ambos. Por ello, los esfuerzos estarían encaminados al aumento de la influencia política sobre las poblaciones del Magreb (3), tratando de captar nuevas alianzas para la causa (4). De esta forma, se llegaría a una situación de continua lucha en el Mediterráneo Occidental, principalmente en las zonas de expansión de ambos califatos. Los fatimíes controlaban Sicilia y amplias zonas norteafricanas. Los omeyas dominaban cada vez más la región del Estrecho (5). Para ambos, el control del mar era fundamental (6).
Almería, puerto del califato andalusí
El califa andalusí Abderramán III estaba convencido de que debía tomar medidas. Éstas afectaron notablemente a la ciudad de Almería, que en aquel momento era un puerto supeditado a la importante población de Pechina. Sin embargo, su importancia estratégica fue en aumento. Años más tarde, Almería sería nombrada como sede del almirantazgo hasta el final del califato (7). Se pasó de construir, equipar y reparar navíos en su puerto (8) a poseer uno de los principales arsenales navales de al-Ándalus.
Así, Almería comenzaba a brillar con luz propia y poco a poco iría remplazando a Pechina (9). Su situación como base naval del califato hizo que se convirtiese en un puerto internacional. Una relevancia visible, además de en el ámbito militar, en el comercial. Así, se convirtió en una de las principales escalas de navegación dentro de los itinerarios marítimos andalusíes (10).
El ataque fatimí a Almería y la respuesta andalusí
En el año 955 se produjo uno de los pocos choques frontales entre fatimíes y omeyas. Un barco fatimí que transportaba correspondencia desde Sicilia fue apresado por otro perteneciente a Abderramán III (11). Al califa fatimí Al-Muizz, que llevaba meses esperando la llegada del barco, no debió hacerle mucha gracia. Ese mismo año envió una flota fatimí a Almería con ganas de diversión. Había zarpado del puerto africano de Tenes durante el verano y, tras llegar al cabo de Gata, tomó rumbo a la bahía de Almería. Tras entrar en su puerto, incendió todas las embarcaciones que allí se encontraban, tomando y saqueando sus alrededores. Vamos, todo un tinglado a la altura de las fallas de Valencia. La flota hizo noche allí, partiendo al amanecer, de nuevo con destino a Tenes (12).
El conflicto se mantendría en los años siguientes, sobre todo en el Magreb occidental. A Abderramán III pareció gustarle la idea y también empezó a realizar preparativos para continuar la fiesta. No escatimaba esfuerzos para la causa. La intensificación de los arsenales, el impulso de la marina y la planificación de nuevas expediciones al norte de África serían pronto una realidad (13). Así, los omeyas reaccionaron fletando una gran flota contra puertos norteafricanos, como el de Susa (14).
La refundación de Almería
La refundación de Almería se produciría tras este acontecimiento. Así, se levantaría su famosa alcazaba, las murallas y defensas. De esta forma, se integrarían las atarazanas preexistentes dentro de las nuevas murallas (15). Por supuesto, se reacondicionó su arsenal y se le dotó de una qaisariya, edificio destinado al comercio de bienes de lujo. Estos edificios ya existían en Algeciras y en Sevilla, lugares que ya habían sido centro del poder naval andalusí (16). En definitiva, se convertiría su arrabal en medina, priorizando Almería frente a Pechina.
Las nuevas condiciones de Almería fortalecerían la ciudad en todos los aspectos. En sus atarazanas se seguirían construyendo las embarcaciones de la flota califal omeya, y en la sección de la alcaicería se potenciaba y protegía el comercio y se aseguraba su correcto funcionamiento (17). A pesar del ataque fatimí, la nueva ciudad se había reforzado y convertido en una de las claves para las aspiraciones mediterráneas del califato andalusí. Todo ello, haría que Almería continuase siendo el puerto andalusí por excelencia, al menos hasta el siglo XII.
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