Corría el siglo I (1). El gobierno del Imperio romano, por parte de Domiciano, Imperator Caesar (2), cruel y caprichoso, llegaba a su fin con su asesinato. De esta manera, se puso punto y final a la dinastía Flavia (3). El camino abierto tras el asesinato de Domiciano culminó con la proclamación del primer emperador hispano. El primero nacido fuera de Italia. Este llevó al Imperio a su máxima extensión y cambió el curso de la Historia. Su nombre, Marco Ulpio Trajano, y esta fue su vida.
Nerva: el ascenso de un perro viejo y sabio
El Senado había sido víctima de la locura y la psicosis de Domiciano (4). Más de un senador había sufrido bajo el temible gobierno del autodenominado «Señor y Dios» (5). Por lo tanto, no es de extrañar que, una vez muerto Domiciano, los senadores recurrieran a uno de los suyos. Así, el elegido fue Nerva (6). Éste cumplía todos los requisitos: era alguien respetado, sabio, moderado, y con experiencia (7). Todo ello, lo llevó a convertirse en emperador, iniciando una nueva dinastía (8).
En cuanto a la figura de Domiciano, sufrió una “condena de la memoria” (9). Era una práctica habitual en Roma que consistía, básicamente, en borrar todo rastro de la existencia de una persona no grata. Como si no hubiese existido jamás.
Nerva era perro viejo y sabía que, probablemente, su paso como emperador iba a ser efímero y complicado. Así que decidió rodearse de leales para poder gobernar de una manera “relajada”. Y de paso, poder delegar responsabilidades. Uno de los elegidos, fue Trajano.
Nerva necesita un sucesor: la elección del hispano Trajano
El corto gobierno de Nerva (10) estuvo marcado por el caos. Además de por los problemas fiscales y su falta de habilidad para tratar con las tropas. A ello hay que sumarle la rebelión por parte de la guardia pretoriana (11) – la guardia imperial, para entendernos-. Éstos pretendían ejercer presión sobre el Emperador, para que castigase a los asesinos de Domiciano (12). Roma había olvidado al anterior emperador, pero su guardia no.
Nerva no tenía sucesor. No había tenido hijos, y la cosa no pintaba muy bien como para morirse y dejar el gobierno de Roma sin un heredero. Era muy consciente de la situación crítica que atravesaba el Imperio. La solución: adoptar. Dos eran los candidatos: Nigrino y Trajano, ambos hispanos. Sus carreras políticas-militares (13) eran intachables. Nerva, finalmente, se decantó por Trajano. Así, lo adoptó como hijo suyo y lo nombró heredero (14).
El olvidado Nigrino, ¡pobrecico!
Esta decisión hizo que Nigrino (15), el otro candidato para ser adoptado por Nerva, fuese inmediatamente cesado de su cargo de gobernador. A partir de aquí, poco más se sabe de este notable romano (16). Esto dejó el camino libre a Trajano de enemigos potenciales que pudiesen suponer un obstáculo en su futuro como emperador (17).
Trajano el Viejo: padre y maestro
A mediados del siglo I, en el seno de una aristocrática familia hispana, en la Bética (18), nació una de las figuras más relevantes de la antigüedad: Trajano.
Su padre, Trajano el Viejo, era un destacado cónsul, gobernador y comandante en jefe de las legiones a su cargo (19). Destacó en diversas campañas militares, como por ejemplo en la de Siria, y obtuvo el título de triunfador (20). Fue uno de los personajes políticos más relevantes de la dinastía Flavia (21). Sí, aquella dinastía con la que habíamos comenzado nuestro cuento. La dinastía del temible emperador Domiciano.
De tal palo tal astilla
Trajano acompañaba a su padre, y también maestro, en sus campañas (22). De esta forma, fue educado en la austeridad de la disciplina militar. Y también le permitió demostrar su valía en el ejército, en el que pronto destacó. Su ascenso fue vertiginoso. Parte de ello se debió a su envidiable físico. Pero también a su actitud y comportamiento. Leal al poder, eficaz y siempre cauto y modesto.
Pasó por los diversos grados del ejército, sirviendo en diversas legiones y fronteras del Imperio. Siempre eficaz en sus cargos, con ganas de saber más y de aprender de otras culturas que iba conociendo en sus empresas.
Trajano: militar, constructor y emperador
Trajano era todo un militar. Sabía cuando podía y debía obrar de forma hostil contra el enemigo. Pero también cuando contenerse y moderarse. Ello lo llevó a mantener a los bárbaros fuera de las fronteras del Imperio (23). El águila de Roma, bajo Trajano, era respetada y temida a partes iguales.
La lealtad de Trajano
Como militar, siempre se mostró leal al poder durante la dinastía Flavia. Esta lealtad, junto con su modestia y su eficacia a la hora de cumplir las órdenes, hizo que el tirano Domiciano le admirase.
La prueba de fuego fue cuando el emperador Domiciano lo envió a terminar con la sublevación de Saturnino, uno de los comandantes en jefe de las legiones romanas de la Germania Superior (24). Trajano cumplió de manera rápida y eficiente.
Todos los caminos llevan a Trajano
Trajano ascendió al trono imperial gracias a sus logros y méritos personales, más que demostrados a lo largo de toda su vida militar, como hemos visto hasta ahora.
Como buen soldado, poseía un espíritu sencillo, modesto y austero (25). Tanto es así, que nunca aceptó que se construyesen enormes estatuas en su honor, pese a lo que se podría llegar a pensar viendo su política exterior imperialista y sus ansias de gloria (26).
Sin embargo, fue un emperador preocupado por las obras públicas. Durante su gobierno se construyeron nuevas vías, canales y puentes. Además, restauró la vía Apia y ordenó desecar parte de la llanura Pontina para construir el ciclópeo Foro de Trajano. También llegó a fundar la ciudad de Timgad (norte de África). Todo ello, financiado gracias a sus exitosas campañas.
La alargada sombra de Alejandro Magno
Las campañas llevadas a cabo por Trajano es donde se comprueba la pericia y capacidad de éste como estratega y líder de las legiones romanas. Participó de manera discreta pero activa en cada una de las batallas libradas en las campañas, incluso en sus últimos años. Su sueño: emular a su “héroe”, Alejandro Magno (27).
Esto último no es de extrañar, y más teniendo en cuenta que era un amante de la cultura griega. Trajano, además de unas ansias de conquista de territorios, compartía con Alejandro el gusto por la conquista de jovencitos (28). El hombre, entre campaña y campaña, ¡se ponía las botas con vinillo y buenos mozos!
La humillación de Roma: Decébalo y los dacios
Su primer enemigo a abatir fueron los dacios, uno de los denominados pueblos bárbaros, que le estaban haciendo la vida imposible al Imperio, al otro lado del río Danubio. Estos, comandados por su líder Decébalo, habían infringido serias derrotas a las tropas romanas, y humillado al Imperio. Por si fuese poco, desde Domiciano, Roma le tenía que pagar un tributo anual para que no cometiese incursiones en territorio romano. Algo que se seguía produciendo.
A inicios del siglo II d.C. (29) comenzó la invasión de la Dacia. ¡Bastaba ya de humillaciones! Trajano logró la victoria sobre Decébalo y la consecuente anulación del tributo que Roma le tenía que pagar (30). El relato de toda la campaña y su victoria final, se encuentra narrado en la famosa Columna Trajana. Gracias a ella, tenemos un recuerdo perdurable en el tiempo de esta victoriosa campaña sobre la Dacia.
Una vez derrotado el enemigo dacio, el emperador llevó a cabo la colonización del territorio y su posterior anexión al Imperio. Así, nació una nueva provincia romana, la provincia de Dacia.
Un nuevo enemigo: la indomable Partia
Unos años más tarde, que transcurrieron en una relativa calma y paz, Trajano se aventuró hacia Oriente. Desembarcó en Siria, con el propósito de anexionar como provincias del Imperio Armenia y la zona norte de Mesopotamia, conquistando la capital parta en el río Tigris (31). Comenzó así la campaña contra el enemigo parto.
Partia era un territorio cuyo tamaño hacía casi imposible su conquista. De hecho, ya en tiempos de Julio César (32) se había intentado invadir dicho territorio (33). Pero tanto el general al mando como sus legiones, encontraron la muerte. Desde tal sangrienta derrota, Roma nunca se había atrevido a su conquista. Hasta ahora.
Partia, por lo tanto, se presentaba desde un principio como un territorio indomable y causante de grandes derrotas. Sin embargo, esto no amilanó a Trajano. Consciente de la complejidad de esta nueva campaña, Trajano concentró, posiblemente, el mayor número de legiones que jamás hubo visto el mundo antiguo. Logró conquistar la ciudad de Susa y dio al Imperio romano su máxima expansión, así como suculentos botines que llenaron las arcas del Estado. Pese a ello, no logró una conquista plena, ni su colonización (34).
El fin de un sueño
Trajano avanzó con sus tropas por el interior del territorio enemigo, sin asegurar debidamente las zonas conquistadas. Este error conllevó a una rebelión judía, que obligó a Trajano a reorientar su estrategia. Ahora, sus esfuerzos debían ir dirigidos a aplacar dicha rebelión. Su sueño expansionista y de emular a Alejandro Magno, se vio truncado para siempre con su muerte debida, probablemente, a un ictus (35).
El legado del «mejor de los príncipes»
Su paso por el poder llevó a Roma a una época de pujanza tanto económica como política. Y el Imperio alcanzó su máxima expansión. Tal fue la pegada de Trajano, que ya en vida recibió el título de “optimus princeps” (36), que lo equiparaba a la altura del divinizado y príncipe Augusto. Se presenta ya no sólo como emperador, sino también como un militar excelente. Además, era una persona preocupada por lo social y lo público, de ahí su vena constructora.
Quedan muchos más aspectos que se podrían destacar en torno a la figura de Trajano. Por ejemplo, la importancia de ciertas provincias como es, en este caso, la Bética (37), dentro del organigrama de poder del Imperio. Pero eso en futuros artículos. Sólo espero que esto haya servido para acercar a este personaje tan complejo y de especial relevancia a todos los lectores.
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