El Sitio de Tiro. Cuando Alejandro Magno unió una isla a tierra firme

La Historia de Alejandro Magno da para llenar páginas y más páginas… Una de las más interesantes de sus hazañas fue el sitio de Tiro.

Alejandro Magno

Alejandro III de Macedonia, más conocido como Alejandro Magno, fue uno de los más grandes conquistadores y militares de la Historia. Nació en Pela, Macedonia, en 356 a. C. Fue educado en lo militar por su padre (1) y en lo intelectual por el gran Aristóteles. Con 20 años accedió al trono (2) y fue rey de Macedonia hasta su muerte (3).

Alejandro Magno
Busto de Alejandro Magno. Fuente

De su padre heredó la ambición de conquistar toda Persia en venganza por los daños sufridos durante siglos. En el año 334 a. C. comenzó su campaña militar recorriendo Asia Menor y liberando las ciudades griegas que se encontraban bajo dominio persa. Avanzó hasta Egipto, y de ahí pasó a conquistar Asia Central hasta llegar a la India, casi nada… Es en su marcha a Egipto cuando tiene lugar nuestra historia.

La ciudad de Tiro

Tiro se encuentra en lo que hoy es Líbano, y fue una de las ciudades más importantes de la antigua Fenicia. La ciudad se dividía en dos partes: la vieja Tiro, en tierra firme; y la nueva Tiro, situada en una pequeña isla apenas a 1 km de distancia de la costa.

Como el resto de ciudades fenicias, Tiro estuvo dedicada al comercio marítimo, y llegó a ser la ciudad más importante de todo el Mediterráneo. Fue famosa por la producción de la púrpura tiria[4], un tinte tan exclusivo que, en muchas culturas de la antigüedad, solo lo utilizaban las élites o la nobleza.

Pese a ser una isla relativamente pequeña, unos 4km de diámetro, contaba con dos puertos. Y según cuentan los escritos, la ciudad estaba fortificada con muros de 45 metros, torres con almenas y grandes puertas.

La verdad es que es muy cuestionable (por no decir inverosímil) que las murallas midieran lo mismo que un edifico de 15 plantas –los hombres y su manía de exagerar el tamaño…-. En cualquier caso, las defensas de Tiro sí que eran formidables y habían resistido varias veces a un sitio de Tiro en el pasado; hasta que llegó Alejandro Magno, claro…

Un contratiempo en el viaje a Egipto

Como hemos comentado, Alejandro estaba inmerso en una campaña contra los persas, liberando y conquistando una ciudad tras otra. De camino a Egipto cruzó Fenicia, donde las ciudades de Sidón y Biblos se rindieron sin apenas resistencia. En Tiro tampoco tenían muchas ganas de guerra y estaban dispuestos a cumplir los deseos de Alejandro Magno.

Alejandro Magno
Mosaico de Alejandro Magno. Fuente

Lo que Alejandro pidió fue hacer un sacrificio a Heracles en el templo de Melkart (dios fenicio más o menos equivalente a Heracles). El caso es que este templo se encontraba en la ciudad nueva, en la isla, lo que suponía tener que dejar entrar a Alejandro Magno y a su ejército dentro de las murallas. A los fenicios no les gustaba mucho la idea, porque se podía venir arriba en cualquier momento y ocupar la ciudad. Así que los tirios rechazaron su propuesta alegando que podía hacer el sacrificio en la ciudad vieja, en tierra firme… Oye Alejandro, que no es que no nos alegremos de verte con tu ejército en nuestra casa sin avisar, pero que no hace falta que vengas aquí, ¿eh? Que ahí en la costa tenemos templos «mu bonicos» donde puedes sacrificar lo quieras…

A Alejandro Magno esto de que no se cumplieran sus deseos le sentó un poco mal, aparte de que la vieja Tiro no tenía importancia estratégica, y decidió que aquello era una ofensa tan grave que bien merecía declarar la guerra y poner sitio a Tiro.

Para Alejandro era vital capturar todas las ciudades fenicias antes de avanzar hacia Egipto. Tiro era lugar de refugio para la flota persa y no se podían arriesgar a dejarla atrás y que amenazara su retaguardia. A nadie le gusta que le sorprendan con un golpe por detrás…

Conquistar una isla pequeña, pero a lo grande – El sitio de Tiro

Alejandro Magno decidió que si la montaña no iba a Mahoma, Mahoma iba a la montaña; pero eso sí, sin mojarse ¿eh? Así que, ni corto ni perezoso, mandó unir la isla con tierra firme, así… tal cual, con un par. Sus ingenieros decidieron crear entonces una calzada, un dique hecho con rocas, maderas y escombros cogidos de la ciudad vieja.

El trabajo avanzaba bien, pero conforme la calzada se alargaba, empezaron a encontrase con problemas. El fondo marino descendía bruscamente más de 5 metros –Oye Alejandro… «GLUP», que parece aquí ya no hacemos pie «GLUP, GLUP»-. Y, para colmo, los tirios no paraban de lanzar proyectiles desde los muros de la ciudad -tampoco se iban a quedar de brazos cruzados mientras se acercaban los griegos, claro-. Como defensa, Alejandro Magno levantó dos torres de madera en el extremo de la calzada para devolver el fuego y continuar con el sitio de Tiro.

Ataques y contraataques

Los fenicios respondieron a lo grande. Llenaron un barco con paja, alquitrán, azufre… Colocaron calderos llenos de aceite, metieron todo el peso que pudieron en la popa del barco para levantar la proa fuera del agua, y lo encallaron contra la calzada. Prendieron fuego al brulote (barco-bomba) (5), y convirtieron el extremo del dique en un infierno. No contentos con eso, una horda de tirios atacó en varios puntos de la calzada, enfrentándose a los griegos mientras éstos intentaban extinguir las llamas –un caos digno de película de acción de Hollywood.

Alejandro Magno, empeñado en sitio de Tiro, mandó hacer la calzada más ancha y levantó más torres. Llamó a algunos contactos y se presentó con unos 220 barcos y 4.000 mercenarios. Aquello pilló a los tirios por sorpresa, que ahora eran ampliamente superados en número. Colocaron maderas y barcos bloqueando sus propios puertos, pero Alejandro embistió varias naves y bombardeó las defensas de la ciudad.

Los tirios blindaron sus barcos y mandaron buceadores a cortar las cuerdas de las anclas de los barcos griegos. Alejandro también blindó sus naves y mandó sustituir las cuerdas por cadenas. Todo esto bajo un continuo duelo de artillería. Cuando los barcos de Alejandro se acercaban demasiado, los tirios vertían calderos de arena hirviendo por encima de las murallas. Llevada por el viento, la arena prendía las naves en llamas y se colaba por la ropa y las armaduras de los soldados, provocando una sensación un tanto desagradable acompañada de quemaduras y ampollas.

Sitio de Tiro por Alejandro Magno
La toma de la ciudad. Detalles del ataque a ambos puertos, la calzada y la brecha en la muralla. Fuente

El golpe final

En uno de los contraataques, Alejandro logró abrir una pequeña brecha en las defensas de la ciudad. El sitio de Tiro estaba siendo agotador, pero Alejandro Magno iba a por todas, y lideró personalmente un ataque con la élite del ejército macedonio (6). Consiguieron entrar por la brecha, y aquello ya no tuvo vuelta atrás. Un río de griegos y macedonios se colaba sin control en la ciudad.

Después de siete largos meses de sitio de Tiro(de enero a julio), las fuerzas de Alejandro Magno no estaban muy por la labor de ser piadosos. En la toma de la ciudad se masacraron a 6.000 tirios, 2.000 fueron crucificados a lo largo de la costa, y unos 30.000 fueron vendidos como esclavos. Alejandro Magno tan solo perdió a 400 hombres. Unos pocos afortunados que se refugiaron en el templo de Melkart sobrevivieron, entre ellos, el rey y su familia.

Con el asedio ya terminado, Alejandro pudo hacer por fin su sacrificio a Heracles. Además, celebró carreras y procesiones por las calles de la ciudad. Con Tiro subyugada, Alejandro Magno pudo volver su atención al dominio de Gaza y Egipto.


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Referencias y bibliografía

Referencias

(1) Filipo II de Macedonia.

(2) Tras el asesinato de su padre, Alejandro pasó los primeros años como rey sofocando rebeliones.

(3) Entre sus títulos se encuentran: rey de Macedonia, hegemón de Grecia, faraón de Egipto, y rey de Media y Persia.

(4) La púrpura tiria es un colorante, un tinte extraído de un caracol de mar. En Andalucía a este caracol se le conoce como cañaílla. Para conseguir 1 gramo de púrpura hacían falta 9000 moluscos, por lo que el tinte era un artículo de lujo.

(5) Un brulote es una embarcación cargada de material inflamable, combustible y explosivo, que se dirigía contra naves enemigas para incendiarlas.

(6) Hipaspistas, infantería «semipesada»;  y pezhetairoi (pecétairoy), armados con lanzas capaces de empalar a enemigos que iban a caballo.


Bibliografía

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Adrián Suárez Bedmar
Adrián, 25 años, almeriense. He estudiado el Grado en Arqueología por la Univ. Complutense de Madrid, así como el Máster de Profesorado en Educación Secundaria por la Univ. de Almería. Soy un enamorado de la Historia y la Arqueología (con mayúsculas). Siempre digo que playa, sol y amigos es todo lo que necesito. Mis mayores aficiones son viajar, hacer deporte y la gastronomía (bien sea comer o cocinar), pero también me gusta el cine y la lectura. "Un día dejarás este mundo atrás, así que vive una vida que recuerdes"

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