Julio César: Un erasmus por la Grecia antigua, unos piratas y el tío más chulo de Roma

Todo el mundo conoce a Cayo Julio César. Hasta los que no conocen su historia han oído hablar de él. Fue una de esas personas que cambió el curso de la historia de la humanidad; de esos que dejaron una impronta indeleble en nuestra memoria colectiva. Su figura fue tan grande, con tantos hechos reseñables que, a menudo olvidamos otros menores, pero no menos impresionantes. Si a alguien le preguntas sobre alguna anécdota de su vida probablemente te hable del Rubicón, de Cleopatra, de los idus de marzo o de Alesia; cada uno un hecho más importante que el anterior. Sin embargo, hay historias que pasan más inadvertidas para la mayoría de la gente; una de estas historias fue su breve estancia entre los piratas cilicios.

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Busto de Cayo Julio César. Fuente

César era miembro de una familia patricia que, como diríamos hoy en día, era de rancio abolengo. Tal era su antigüedad que la propaganda posterior llegó a decir que eran descendientes de los reyes de Alba Longa, de Eneas y de la misma diosa Venus, ahí es nada. Pese a tener tan buenos antepasados, era una familia patricia venida a menos, sin nada reseñable que aportar al Estado romano durante los últimos siglos. Todo eso empieza a cambiar cuando Julia, la amada tía de César, se casa con Cayo Mario (1), un rico noble romano al que le faltaba un ilustre nombre con el que acompañar a su inmensa fortuna. Los intereses comunes unieron a las dos partes; en este caso el dinero y los antepasados. Fue entonces cuando la gens iulia (2) comenzó a despegar después de siglos de decadencia.

En este contexto, un pequeño César se criaba en una insula del barrio más pobre de la ciudad, regentada por su madre Aurelia (3). Poseían escaso dinero para ser patricios, pero sus relaciones familiares con Cayo Mario y con Cinna le llevaron a ostentar un cargo muy prestigioso, el de flamen dialis (4), cargo que perdió con el ascenso de Sila (5). Por pertenecer a una familia repleta de populares fue perseguido por sicarios y se vio obligado a huir al monte y, pese al perdón del dictador romano, decidirse a marchar a Asia Menor a participar en las campañas contra el rey del Ponto, Mitrídates. Poco a poco se iba haciendo un nombre, aunque el recorrido sería muy largo todavía.

Con la muerte de Sila vuelve a Roma donde empieza a ejercer de abogado y participa en varios casos muy controvertidos. No le importaba perderlos, como así fue, ya que lo único que le importaba era que hablaran de él. Es en esos tiempos cuando ingresa en el Senado, aunque como senador pedarius, la categoría más baja. Siendo consciente de que aún le queda mucho por pulir en su preparación política, César decide acudir a Rodas en una especie de erasmus romano para formarse en oratoria con Apolonio Mirón, el mejor orador de la época, y mejorar así sus capacidades.

Durante el transcurso de su trayecto su barco es abordado por unos piratas cilicios que navegaban por la zona al mando de un hombre llamado Polígono. Estaban informados de que un joven senador se dirigía a Rodas y no dudaron en capturar una presa fácil y así conseguir algo de dinero con su rescate. En estos años la piratería suponía un auténtico problema en el Mediterráneo (6), donde era una plaga; los piratas formaban hasta Estados que campaban a sus anchas y robaban, mataban y secuestraban casi con total impunidad. Durante el asalto a su barco, César los recibió con gran seguridad y tranquilidad, algo que molestó a los captores que le dijeron que en vez de pedir 10 talentos por él, pedirían 20 (7). La respuesta no se la esperaban, nadie lo hubiera hecho. César simplemente se echó a reír y afirmó que no sabían quién era él y que 20 talentos no era nada, que debían de pedir 50. ¡Ole! Polígono, asombrado, estuvo de acuerdo y se fijó en esa cantidad el rescate.

Lo llevaron a la isla en la que se ocultaban y durante casi 40 días convivió con ellos. Digo convivió porque no se puede hablar de captura en este caso. César vivió a cuerpo de rey, con todas las comodidades que podía querer. Durante su estancia practicó oratoria y escribió algunos discursos que después leía a sus captores y si estos no reaccionaban como a él le gustaba, se encolerizaba y los tachaba de bárbaros e ignorantes. No acababa ahí el carácter del futuro dictador: si se iba a dormir, les echaba una bronca de padre y señor mío como osaran despertarle por el ruido. Y para coronar toda esta surrealista situación, durante todos esos días, medio en broma les amenazaba con cortarles el cuello en cuanto fuera liberado. Los piratas, por supuesto, nunca se lo tomaron en serio realmente y creyeron que estaba loco.

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Crucifixión. Fuente

Pasó el tiempo y llegó el rescate. César fue liberado y muy atentamente se guardó toda la información posible del enclave en el que había estado durante más de un mes, y de la ruta de vuelta a Mileto, donde lo soltaron. Inmediatamente organizó una expedición punitiva y encontró a todos sus secuestradores celebrando su botín. Su venganza fue terrible, todos fueron capturados y llevados ante Junio, dirigente de Pérgamo. Éste le dejo hacer lo que quisiera a César, ya que solo le interesaba el dinero conseguido. César esclavizó a las mujeres, a los niños y a algunos de los hombres. Al resto los crucificó, pero eso sí, según él fue magnánimo, ya que los degolló antes para que no sufrieran demasiado.

Como se puede ver, ya apuntaba maneras. Siendo tan joven estaba hecho de otra pasta. El futuro dictador de Roma no era alguien al que se le pudiera menospreciar, algo que muchos pagaron después.


Referencias y bibliografía

Referencias

(1) Afamado Cónsul romano. Reformó al ejército y fue uno de los principales líderes de los populares durante la guerra civil.

(2) Familia de César.

(3) Edificio con numerosos pisos. La ínsula familiar de César se encontraba en el barrio de la Suburra.

(4) Alto sacerdote de Júpiter, uno de los cargos religiosos más importantes en la antigua Roma.

(5) Fue el líder de los optimates durante la guerra civil. Con su victoria se convierte en dictador e introduce numerosos cambios legales.

(6) El problema de la piratería fue  solventado prácticamente durante la campaña de Pompeyo del 67 a.C.

(7) Entre los piratas existían unas recompensas previamente estipuladas dependiendo del rango del romano capturado.


Bibliografía

  • Beard, M., 2016, SPQR: Una historia de la antigua Roma, Crítica, Barcelona.
  • Fernández Uriel, P. y Cabrero Piquero, J., 2014, Historia Antigua II. El mundo clásico. Historia de Roma, UNED, Madrid.
  • Suetonio Tranquilo, C., 2003, La vida de los doce Césares. Gayo Julio César, Espasa, Madrid. Traducción y edición de Alfonso Cuatrecasas.
  • Plutarco, 2007, Vidas paralelas VI: Alejandro-César, Gredos, Madrid. Traducción de Juan Pablo Sánchez Hernández.
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Javier Martínez Álvarez
Estudiante del grado de Geografía e Historia en la UNED. Interesado en la historia de Grecia y Roma, la militar y las religiones. Me gustaría un futuro dedicado a la divulgación histórica.

2 COMENTARIOS

  1. Muy buen artículo, con buena información y bien explicado.

    Un pequeño apunte. La frase «Tal era su antigüedad que la propaganda posterior llegó a decir que eran descendientes de los reyes de Alba Longa, de Eneas y de la misma diosa Venus», no es del todo exacta.

    Es cierto que la propaganda posterior hizo mucho (Augusto y Virgilio con la Eneida), pero fue el propio César, durante, el funeral de su tía Julia y su esposa Cornelia, quien ya dijo sobre ella, y por extensión de él que: «Por su madre, mi tía Julia descendía de reyes; por su padre, está unida a los dioses inmortales; porque de Anco Marcio descendían los reyes Marcios, cuyo nombre llevó mi madre; de Venus procedían los Julios, cuya raza es la nuestra. Así se ven, conjuntas en nuestra familia, la majestad de los reyes, que son los dueños de los hombres, y la santidad de los dioses, que son los dueños de los reyes.

    Es decir, que el propio César, aprovechando la muerte de su tía, se tiró flores. Augusto, en realidad, solo extendió dicha historia.