El Cerro de la Estrella

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Vactu´m observaba con los ojos tristes y húmedos. El dolor cubría su cuerpo y sus heridas sangraban lentamente; el cielo se oscurecía encapotado a los pies del “Cerro de la estrella” (de los Huizaches como lo conocían su gente). A lo lejos se veía la destrucción de los otrora gloriosos jardines iztapalapenses por las llamas. Jardines que habían sido el orgullo de su emperador y señor Cuitláhuac. Triste y dispuesto a la muerte sus recuerdos lo llevaban a recorrer su pasado. Memorias que a su muerte se perderían cómo sus lágrimas en la lluvia tenue y suave que empezaba a caer.

Lejano eran esos días de su infancia, cuando siendo un niño de diez años, escapó de su casa y sin que se dieran cuenta sus padres, llegó a hasta la cumbre del cerro Huizachtépetl. Esa noche era especial. 

Días atrás había visto a su madre preocupada, a veces lloraba en silencio mientras realizaba sus labores domésticas tratando de que nadie la viera. Su padre, quien era parte del ejército Mexica: un guerrero águila, que había comenzado siendo un combatiente común formando parte de los capullis (unidad social mexica más baja) hasta llegar a ser un combatiente de elite, al que pocas cosas podía temer, y al cual Vactu¨m notó que en los últimos días, su padre pasaba días observándolos  preocupado , a él y a su hermana de dos años.

Vactu´m lo notaba, tal vez su padre no se daba cuenta, pero en las noches cuando su madre los arropaba en sus petates y sus cobijas de manta, ella regresaba al lado de su esposo. El pequeño fingía dormir y se arrastraba silencioso oyendo las pláticas entre ellos. Estaban preocupados en unos días sería la ceremonia del “Fuego Nuevo”: un ciclo Azteca terminaba y empezaba otro y era peligroso. Si los dioses no consentían su existencia el mundo acabaría al término de ese periodo y el signo fatal era que no se produciría el “fuego” Anhelado.

Corría el año de 1507 en la cuenta del calendario gregoriano, pero en el ciclo Mexica de 52 años, este llegaba a su fin y el temor invadía a todos los habitantes que empezaban su preparación que consistía en arrojar al cieno de la laguna y de los numerosos canales todos los ídolos de sus dioses, así como sus utensilios domésticos: esteras o petates, las piedras del fogón, los incensarios y cuanta lumbre había se apagaba; las casas quedaban limpias, vacías; los habitantes ayunaban, se punzaban las orejas con espinas de maguey y sangraban.

El pequeño Vactu´m desde su nacimiento fue un niño especial. Causó gran confusión cuando al nacer la partera y su madre observaron que sus ojos no tenían el mismo color, uno de ellos era café y el otro era verde claro (heterocromía). Cuando los sacerdotes y ancianos deliberaron llegaron al convencimiento que el niño era un “regalo“de los dioses. El espíritu del niño miraba a dos mundos”, una al real y otro al espiritual. Al ser parte de la familia de un guerrero tuvo mejor vida y educación, que el común de los niños de su edad, desarrollando una inteligencia y un carácter natural arrojado que demostró desde niño, una seguridad innata al saber de quién era hijo y desde pequeño siempre se esforzó por demostrar su linaje, así como un sentido aventurero que rayaba en lo temerario e imprudente.

Esa noche, a su corta edad, Vactu´m dio prueba de su arrojo. La noche en que se realizaba la ceremonia del “Fuego Nuevo”, en el cerro de “los Huizaches”, ese cerro que había sido como su patio de juegos, pues todo su entorno familiar se había desarrollo en el Calpulli o clan de Iztapalapa. Vactu´m conocía cada rincón del cerro, así como cada terreno y chinampa familiar perteneciente al clan (parajes hechos con carrizos, lodo y ramas de árboles, que con sus raíces las mantenían sujetas a la tierra) . El Cerro de la estrella o Huizachtépetl, había sido un antiguo volcán apagado de rocas ígneas lleno de respiraderos que se convirtieron en, las más de, 70 cuevas que subsisten hasta ahora. Cuevas, que desde que tuvo oportunidad de caminar, recorrió una a una  jugando en ellas durante su infancia. 

En los días anteriores a esta ceremonia la gente, aparte de destruir sus enseres domésticos, preparaban a sus familias para esa noche especial: mujeres y niños se quedaban en casa, los niños en las azoteas porque si el fuego no encendía se convertirían en “ratones”; las embarazadas se recluían en las trojes, donde guardaban el maíz, con máscaras hechas de pencas de maguey que evitaría que se convirtieran en “monstruos” y los hombres se reunían sollozantes al pie y en las laderas del cerro en espera del desenlace.

Vactu´m tenía que verlo, tenía que ver con sus propios ojos el momento que tanto temor infundía en los hombres más valientes.  Escuchaba fascinado los relatos de los hombres viejos que decían que si el fuego no encendía bajarían los trasgos llamados tzitzimimes a devorar a la humanidad. 

Los sacerdotes del Gran Teocalli, los Teonenemi (los que caminan como Dioses) con sus divinos arreos, como dioses vivientes encabezaban el cortejo hacia Iztapalapa, envueltos en capas rayadas de blanco con negro, sus rostros y cuerpos ennegrecidos por el hollín: eran el símbolo de la muerte.

Hasta el Gran Tlatoani (rey) Moctezuma, en mayo de 1507, se agregaba a la comitiva que lenta, solemne, como contando las piedras del camino, musitando oraciones se dirigía hacia la cumbre del Huizachtécatl, les seguían los guerreros:(caballeros águilas y caballeros océlotl, tigre mexicano), entre ellos iba su padre; los gobernadores y enviados especiales de todas las regiones del Imperio. Las familias “tenochcas” dirigían sus miradas hacia la Constelación del Tauro que avanzaba sobre el Cerro del Huizachtécatl.

Vactu´m,  durante la tarde se escurrió de su casa, de entre las chinampas, en las laderas del cerro, subiendo por caminos que él conocía de sobra hasta que llegó a un conjunto de tres cuevas cerca de la cumbre y esperó sigiloso hasta que las sombras profundas de la media noche cubrieron todo el reino Mexica. Cuando escucho el ruido y vio las teas encendidas del cortejo subió hasta una arbolada frente a la pirámide Ayauhcalli o “casa de la bruma”. Desde ahí fue testigo.

Un grupo cuatro sacerdotes conducía a la víctima a la piedra de sacrificio, víctima que solía ser uno de los mejores guerreros contrarios capturado vivo, previamente anestesiado con polvos de yauhtli, iztafiate o pericón. Cada uno de los sacerdotes sostenía de manos y pies con la cara el cielo mientras otro sacerdote le hundía un filoso cuchillo de obsidiana para arrancarle el Yollotl (corazón). Después, sobre el vientre sangrante colocaban un apero, en donde delirante, el sacerdote frotaba fuertemente las yescas mientras imploraba angustiado el favor de los dioses. 

Y en ese momento, el fuego tomaba forma e inmediatamente eran encendidos al mismo tiempo 52 amarres de 52 cañas cada uno, que rompían las penumbras en la punta del cerro, al unísono, millares de gargantas gritaban ¡Fuego Nuevo! ¡No se han detenido! ¡Tonatiuh el Sol, seguirá dándonos su luz! El alarido tronó y retumbó, el eco lo repitió en las montañas y más allá. Miles de teas de oloroso pino incendiaban el Cerro, se deslizaban como luciérnagas; eran los corredores del Fuego Nuevo, lo llevaban veloces como saetas, en carrera de relevos a los Teocallis o templos, hasta los confines de todo el Imperio Azteca. Después de encendido, ese fuego sagrado se convertía en el referente para que en cada casa se renovara todo: ropa, petates y menesteres de la casa, así como las  figuras  y utensilios de barro. La alegría era incontenible.

Vactu´m tenía una mezcla de temor y alegría. Era su primer encuentro con la muerte pero también con la vida, algo que lo marcaria para siempre. El primero de muchos encuentros constantes y delirantes con la muerte, pues sus pasos, debido a su linaje sería el de ser un guerrero. Esa noche Vactu´m regreso a su casa de la mano de su padre con él que se reencontró en el cerro. Su madre, mas angustiada que enojada, lo recibió abrazándolo y cubriéndolo de caricias en una noche que empezó con miedo y terminó en alegría. Ese sería la última ceremonia de encendido que vería el reino Mexica. Y Vactu´m sería el testigo del verdadero fin del mundo. De su mundo a manos de los hombres blanco y barbados que él combatiría muerte.   

Trece años después y con muchas batallas a sus espaldas Vactu´m lloraba por la muerte de su señor y emperador con el que combatió hombro a hombro. “El grano de los dioses”, el Teozahuatl, “la gran sarna destructora de hombres”, así era como llamaban a la Viruela, la enfermedad que había doblado al tlatoani Cuitláhuac, apenas 80 días después de su coronación. Ceremonia que fue celebrada con el sacrificio de los prisioneros españoles, cuyas cabezas quedaron en el Tzomplantli, (altar con cráneos tallados en piedra y estacas en la zona superior para ensartar la cabeza de los sacrificados), así como de sus aliados indígenas tlaxcaltecas, que lograron sobrevivir aquella noche del 30 de junio de 1520, en la que los españoles quisieron escapar del palacio donde tuvieron cautivos a Moctezuma y al propio Cuitláhuac.   

Vactu´m a base de arrojo, valentía e inteligencia destacó como guerrero a las órdenes del señor de Iztapalapa, Cuitláhuac, quien lo adoptó como parte de su guardia personal. Para el emperador, más allá de sus ojos divergentes, poseía un espíritu diferente a los demás, más allá de su valentía y de su espíritu de lucha, Vactu´m siempre se enfrentaba la vida y la muerte con la misma alegría, viendo siempre detalles que nadie más veía, así como una lealtad a muerte a su señor. En medio de los lamentos y la tristeza repasaba en su mente los últimos deseos que su señor le había conferido poco antes de morir.

Los hombres de Castilla, los blancos barbados venidos del mar y sus aliados bordearon el cerro de la Estrella por el norte hasta que llegar a Iztapalapa cuando el hermano del Emperador Moctezuma, Cuitláhuac, era gobernador de este señorío. Moctezuma estaba convencido que Cortés era su dios Quetzalcóatl que regresaba del oriente a reclamar el reino y ordeno a su hermano que lo recibiera con honores en su palacio. Cuitláhuac, receloso no pensaba lo mismo, para él no eran dioses pues sabía que ellos también sangran y los dioses no sangran, por eso piden sacrificios para tomar la sangre que sólo los hombres tienen. Se lo había advertido al Tlatoani Moctezuma “plegad a nuestros dioses que no metáis en vuestra casa a quien os eche de ella y os quite el reino, y quizás cuando lo queráis remediar no sea tiempo”. Pero el destino estaba marcado.

La belleza del palacio y los jardines impresionó poderosamente a los hispánicos que no daban crédito a las bellezas y maravillas de esta tierra. Los halagos en boca de sus cronistas quedaron grabados: “Los conquistadores elogiaron la obra de cantería y los trabajos de carpintería con vigas de cedro blanco y otras maderas aromáticas, mencionando la fina ejecución de los pisos; “allí mismo se hallaban varias mansiones reales, “como las mejores de España”, con corredores muy hermosos, salas, cuartos altos y bajos, terrazas con sus toldos de algodón finamente trabajados y “otros jardines muy frescos”; detallaron “…que en la huerta había hileras bastas de árboles frutales que formaban el borde de los caminos, mientras que en los demás espacios crecían plantas menor y que en los linderos de la huerta había unas verjas labradas de caña, por las cuales nadie podía entrar libremente y que estas vallas estaban adornadas con exquisito gusto y engalanadas con mirtos, romero, boj y otras variedades de plantas que rodeaban hermosos paseos entre los jardines de árboles y flores…”. Díaz del Castillo, uno de los dos principales  generales  de Cortés describió este palacio, sus huertas y jardines “como cosa jamás soñada”.

Este fue el primer encuentro de Vactu´m con los españoles y los odiados tlaxcaltecas, que también hacían reciproco el sentimiento, pues a muchos de sus hermanos Vactu´m los había mandado a la piedra de sacrificios. Algo que observó Vactu´m fue la forma en que los barbados miraban el teocuilatl, el metal amarillo que utilizaban para adornos, ellos lo anhelaban con gran deseo y avaricia. Pensó por un momento que ese era el dios verdadero para ellos. Lo que los blancos llamaban oro, ellos lo llamaban “cagada de los dioses”.

La noche del 30 de junio, Vactu´m comprobó la extraña atracción de los españoles para con el oro. Los conquistadores, junto a sus “aliados”, después de meses de sitio en el palacio de Axayacatl, se lanzaron en medio de la noche, con neblina y llovizna sobre, la calzada de Tacuba, cargados con todo el oro,  que pudieron hombres y mulas. Apenas pasaban cuatro acequias cuando una mujer que sacaba aguade un canal los vio y comenzó a gritar. Un guardia desde el templo de Huitzilopochtli gritó a todo pulmón dando la noticia.

Fue el ataque más feroz encabezado por Cuitláhuac que se tenga memoria. Vactu´m había estado en varios combates pero este era especial, el silbido  de su macuahuitl (espada azteca) no paraba. Había esperado tanto esta batalla y ahora comprobaba por sí mismo que ellos sangraban. Los españoles se defendieron y defendieron fieramente la carga de oro, el metal de sus armas suponía claramente una superioridad. ¿Cómo era posible que esos hombres defendieran, por encima de su vida, todo ese metal? Cortés y sus generales se salvaron por muy poco, pero esa noche perdieron más de 6000 hombres entre  españoles y tlaxcaltecas, así como todo el oro acumulado. Vactu´m, casi al final de la batalla, observó como uno de sus monjes en medio de los cadáveres y los lamento de los que aún estaban  vivos, se aferraba a una cruz de oro que ellos mismos habían fundido y como se hundía lentamente hasta ahogarse junto con los demás. Esa fue conocida como “la Noche triste de los españoles”. 

A sabiendas de la muerte de Cuitláhuac, a quien tanto odiaba, Cortés reagrupó su ejército alimentado por refuerzos españoles, con soldados, caballos, armas y bergantines para atacar en el lago llegados de la Villa Rica, amén de las muertes que la viruela –la verdadera conquistadora-, produjo en toda la población de la ciudad, planificó el golpe final  a Tenochtitlan lanzándose al ataque sobre Iztapalapa para cobrar venganza.

Tres horas duró la batalla entre los iztapalapenses y sus refuerzos contra los conquistadores hasta que los hispanos penetraron las líneas con la caballería, con ballestas y escopetas se infiltraron en sus filas, seguidos por los tlaxcaltecas que según Cortés “pelearon como perros rabiosos”. Vactu´m peleó como siempre y más feroz aun. Tenía mucho por dar aun, pero tenía que cumplir la promesa que le había dado a su señor Cuitláhuac y salió del campo de batalla.

Se dirigió al cerro del Huizachtécatl. La tarde hermosa caía sobre el valle de Anáhuac y la lluvia empezaba, suave, tenue como acariciándole el rostro. A lo lejos veía las llamas sobre las chinampas y sobre tierra firme devorando el palacio y los jardines de ensueño. En sus diálogos con su señor Cuitláhuac, le relató a Vactu´m que a Moctezuma le había sido revelado por los dioses que su reino caería, que sus dioses sería olvidados, que su linaje desaparecería y que esta daría paso a otro mundo y otro raza. Cuitláhuac se reveló contra los dichos de su hermano, pero en sus últimas palabras agonizantes del emperador Moctezuma a su hermano menor fueron: “…que ya estaba todo escrito”. Todo esto mientras Cortés los mantenía cautivos en el palacio de Axayacatl. Pero Cuitláhuac no iba a dejárselos fáciles a los españoles y encargó a Vactu´m su última venganza, aun después de su muerte.

Después de la derrota de los españoles, esa noche lluviosa, los mexicas recuperaron la mayoría del oro perdido que acumularon los hispanos y Cuitláhuac decidió resguardarlo, junto con todo el oro existente en el reino, en el lugar que mejor conocía y que lo mantendría lejos de los agresores. Todo esto se lo confió a Vactu´m y junto con él buscó la mejor y más escondida cueva, del futuro llamado “Cerro de la Estrella” para ocultarlo. En su lecho de muerte, cubierto por sus ámpulas purulentas por la viruela, pidió a su fiel Vactu´m que maldijese y sellara por toda la eternidad el lugar.

Vactu´m siempre soñó con una muerte “florida”, morir en batalla, fecundar la tierra con su sangre; convertirse en colibrí y acompañar todos los días a Tonatiuh, el sol, a recorrer su camino y llevar los pensamientos de los hombres de aquí para allá, pero su destino estaba escrito. Volteaba por última vez y veía todo el universo verde de vida que lo rodeaba. Había amado con todo la vida y sentía angustia y dolor por su nación.

Se internó en la cueva y avanzó hábilmente evadiendo las salientes filosas de las paredes de la cueva. Mientras caminaba repasaba su vida y la paradoja de haber atestiguado el último fuego nuevo y el verdadero fin del mundo, su mundo. En medio de la oscuridad sintió cuando llegó a una gruta más grande, el aire había cambiado. Se pegó al muro cercano y a tientas encontró una tea que encendió con una yesca y el reflejo de la luz se proyectó enorme con todo el oro acumulado en la caverna. Tomó un enorme madero y golpeo un madero más chico que sostenía, una columna a la entrada y todo crujió. Al golpear el madero del otro lado de la entrada todo se derrumbaría. Con la oscuridad de un lado y el reflejo amarillo intenso del otro, golpeó el otro madero y el derrumbe de la entrada comenzó. Así terminó Vactu´m, como el eterno vigilante de “oro maldito”. Con un ojo en la muerte y uno en la eternidad en las entrañas del “cerro sagrado”.


Autor/a: Rub70


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9 COMENTARIOS

  1. 5. Se ha ganado los puntos al final, donde si hay un relato. El resto parece un guion de documental dramatizado. No digo que esto sea malo, sino que no me parece un relato literario. Intenta contar demasiada cosa para un relato breve. Informa, pero no aspira a ser literatura, sino a mostrar la documentación del autor. Los paréntesis te sacan del relato. La literatura es seducción, no información.

  2. No está mal para mi gusto. Siento simpatía por los mexicas, aunque no me gusta de ellos que realizaran sacrificios humanos; tolerancia cero con los integrismos, vengan de donde vengan. No es que me deslumbre el relato pero me ha gustado el final y, aunque hay algunos descuidos formales, no está mal escrito. Un
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  3. Es una historia que despierta la fortaleza del Alma ya encarnada. En este caso la de Vactu’m, la entrega a su pueblo y sus raices y la fidelidad eterna a Maestro y Dios.
    Precioso, al describir la verdadera filosofia de entre el bien y el mal, la dos se viven y en las dos se muere. y un maravilloso final, sacrificando su cuerpo, si saber que retornara a la eternidad. Bravo !!!!