Durante los primeros años del siglo XX apareció en el panorama catalán en general, y barcelonés en particular, un sangriento escenario (1). Un punto de no retorno. Una guerra civil, de ataques y venganzas, que surgía en torno al sector industrial y obrero de Barcelona (2). Los bandos estaban demarcados. Sus distintas finalidades, también (3), y dos de los protagonistas: un cardenal y el Noi del Sucre.
Por un lado, se encontraban los empresarios, los dueños de las fábricas, de las industrias, de las plantas de trabajo donde se explotaban a los trabajadores exprimiéndolos al máximo por un sueldo mínimo, sin apenas descansos y sin derechos sociales (4). Por el otro, los incipientes sindicatos, organizados y con ganas de cambios.
Los obreros se organizan, los empresarios también
Los obreros, viéndose amparados por estos sindicatos (5), y realmente convencidos de que debían luchar por sus derechos, comenzaron a llevar a cabo huelgas (6), protestas y manifestaciones (7). Algo que, evidentemente, no gustó a los empresarios, que tenían más dinero que paciencia.
Las huelgas fueron a más, los anarquistas se metieron por medio y radicalizaron algunas marchas y protestas. Los empresarios tiraron, como se suele decir, por la calle de en medio, y buscaron acabar con las movilizaciones arrancándolas de raíz. Así fue como apareció la Unió de Sindicats Lliures (8), un sindicato nacido a manos de militares carlistas catalanes (9), fundado en el año 1919 (10) en el seno del Ateneo Obrero Legitimista (11).
Pronto este sindicato formó una especie de brazo armado, que se ofreció para colaborar con los empresarios de la ciudad. Auspiciados por Eduardo Dato (12), el empresariado catalán, el gobernador civil de Barcelona; el general Martínez Anido (13) y, más tarde, por del dictador Primo de Rivera (14). Apoyados por el cardenal Soldevilla (15), quién se había convertido en fuente de dinero y director espiritual de la Unió de Sindicats Lliures, éstos llevaron a cabo una nueva forma de terrorismo empresarial, auspiciado por parte del Estado (16).
Los pistoleros blancos: el brazo armado sindical
El sindicato contaba con una serie de matones, conocidos como Pistoleros Blancos, que se dedicaron a atacar, secuestrar y asesinar a destacados trabajadores y sindicalistas, para intentar así frenar sus reivindicaciones. Mientras las actuaciones iban a más, monseñor Soldevilla se iba perfilando como uno de los líderes más destacados de los Pistoleros Blancos (17).
En el otro bando, evidentemente, se encontraban los obreros, los sindicalistas y los anarquistas. Como se imaginarán el asunto no acabó muy bien que digamos.
El anarcosindicalismo
En este bando, será donde destacará Salvador Seguí Rubinat, un joven natural del pueblo leridano de Tornabous. Un tipo que sería a la postre uno de los más destacados anarcosindicalistas (18) de la España del siglo XX (19). Pintor de profesión, de formación autodidacta y seguidor de la Escuela Moderna (20) de Francisco Ferrer y Guardia (21).
Desde joven se relacionó con personajes importantes de la cultura y de la política que se encontraban en el Ateneu Enciclopèdic Popular (22). Con 29 años fue nombrado presidente del Ateneo Sindicalista, y allí fundó y organizó su biblioteca convirtiendo el lugar en el centro Superior de Estudios Sindicalistas y Anarquistas (23). Desde el primer momento intentó convencer a las clases obreras de que la mayor arma de la revolución era la educación, la preparación intelectual, cultural y técnica de los trabajadores (24).
Nace el «Noi del Sucre»
Entre su amigos y seguidores, Salvador Seguí era conocido con el sobre nombre de «Noi del Sucre» (25); un tipo que en este mundo de las luchas sindicales y de la defensa del obrero se movía como pez en el agua.
En el año 1916 comenzó a negociar para que la CNT (26) y la UGT (27) llevaran a cabo un pacto de unidad: un frente único para llevar a cabo una huelga general de veinticuatro horas, que continuaría con la huelga indefinida del año 1917. Un año después fue elegido secretario de la CNT de Cataluña, donde siguió defendiendo la educación como bandera de la clase obrera (28).
En diferentes congresos posteriores criticó y se opuso a las acciones más exaltadas, más violentas, llevadas a cabo por diferentes miembros de la CNT (29). De la misma manera propuso en diferentes actos llevados a cabo por toda España que la CNT se retirase de la Tercera Internacional (30), sin conseguirlo (31).
El Noi del Sucre a diferencia de muchos de los líderes obreros que lo acompañaban en su lucha, no era un violento pistolero, dedicado a colocar bombas, sino que era un anarquista de vena ilustrada que abominaba las bombas y aplacaba a los terroristas románticos que tanto abundaban en el momento (32).
Mejor sin bombas
Todo indicaba que lo estaba consiguiendo. El Noi del Sucre compartía la preocupación socialista por la necesidad de la organización obrera (33). Por ello, en muchos casos chocó con el anarquismo barcelonés más fundamentalista por la impaciencia que mostraban estos en desatar una revolución en España. Sin embargo, el Noi del Sucre estaba convencido de que había que dejar la revolución para un momento futuro, preparando por el momento el camino de manera pacífica y de mano de la cultura. (34).
¡A la huelga aunque esté entre rejas!
Fue detenido en numerosas ocasiones por sus ideas y su lucha (35), pero sobre todo llama la atención su participación durante la huelga de la eléctrica conocida como La Canadiense (36). A pesar de estar detenido, consiguió quedar en libertad el día en que se puso fin a la misma. Llegar a la plaza de toros de las Arenas de Barcelona, donde se había organizado la asamblea del comité de huelga (37). E informar mediante su gran oratoria de los acuerdos alcanzados en las reuniones con el Gobierno, como la jornada laboral de ocho horas.
Tras esta victoria obrera, y la reorganización de los cenetistas (38), El Noi del Sucre fue asesinado. Así el 10 de marzo de 1923 en la calle Cadena de Sant Rafael, en el Barrio Chino de Barcelona, los pistoleros del Sindicat Lliure de monseñor Soldevilla (39) acababan con Salvador Seguí. El Noi del Sucre estaba consiguiendo que la lucha obrera se centrara en la educación, y con su oratoria podría haber llegado a cualquier estamento político del país defendiendo a los obreros. Algo que, evidentemente, no interesaba demasiado al empresariado.
El fin del Noi del Sucre
El atentado que acabó con el Noi del Sucre, dejó sin argumentos a los apaciguadores de la CNT, y era cuestión de tiempo que rodaran cabezas para vengar la muerte del héroe de las huelgas obreras de Barcelona (40). Los anarquistas posaron su mirada sobre el que consideraban instigador principal; el cardenal-gánster Juan Soldevilla (41).
El asesinato de Soldevilla, sin tiempo para ponerse en paz con Dios, ocurrido el 4 de junio de 1923 fue, según los historiadores acostumbrados a ligar causas y efectos, el desencadenante de la dictadura de Miguel Primo de Rivera que comenzará ese mismo año (42). Pero es otra historia que contaremos otro día.
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