Mitrídates, la auténtica bestia negra de los romanos

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Desde 291 a. C., el Ponto, una zona montañosa al noreste de la actual Turquía, estaba gobernada por una dinastía de origen persa, la mitridática. El enérgico y ambicioso Mitrídates VI, apodado Eupátor, «Buen Padre», llevó el reino a su máximo apogeo y fue durante décadas una auténtica «bestia negra» para Roma, cuando ésta empezaba a extender su poder por Oriente.

Mitrídates VI: alto, fuerte, intrigante, políglota… ¡Lo tenía todo!

Mitrídates nació en Sínope, en el 132 a. C. y, cuando su padre murió, tal vez envenenado, se convirtió en rey con sólo once años, pero hizo mutis por el foro, dejó a su madre Laódice como regente (1), y volvió a los veinte años para hacerse con el poder mandando asesinar a su madre y a su hermano, y llevando a cabo una purga entre la nobleza (2). Vamos, que el tío era todo un figura.

Mitrídates
Mitrídates. Fuente: La brújula verde.

Mitrídates fue un personaje fuera de lo común, destacaba por su gran estatura y su fuerza, era un maestro de la intriga política y un experto en venenos (3). En su juventud vivió en regiones salvajes de su reino y endureció su cuerpo con la práctica de la caza y la equitación. Hombre inteligente y con excelente memoria, aprendió las lenguas de los veintidós pueblos que conformaban su reino. Tuvo numerosas esposas y concubinas, mujeres de todas clases de las que se encaprichaba durante sus viajes. Un malote en toda regla.

Un imperialista en el Mundo Antiguo. De anexión en anexión y tiro porque me toca

Mitrídates extendió su dominio a la Cólquide (actual Georgia) y la mayor parte de las costas que rodean el mar Negro por el este hasta Crimea (donde defendió a los griegos de los escitas). Se anexionó las regiones limítrofes de Capadocia, Paflagonia y Galacia, y, para asegurarse la alianza de la poderosa Armenia, casó a su hija Cleopatra con el rey Tigranes. Pero su sueño expansionista tropezó con Roma en el oeste de Anatolia, donde poseían la zona costera del Egeo y mantenía bajo su protección a un reino de gran importancia estratégica, Bitinia.

Mitrídates el grande enemigo implacable de Roma
Oriente Próximo en 89 a. C. Fuente: Wikipedia.

En el año 89 a. C., el legado consular romano en la provincia de Asia, Manio Aquilio, indujo al rey de Bitinia a declarar la guerra a Mitrídates. Al frente de un ejército formado por nuevos reclutas que llevaban armas decoradas con oro y armaduras con brillantes joyas, el rey del Ponto invadió Bitinia sin encontrar apenas resistencia. A continuación entró en la provincia de Asia, oprimida por corruptos administradores romanos (4), echó el guante a Aquilio, al que hizo pasear por la región montado en un burro (5) y, finalmente, le entregó el oro que tanto ambicionaba fundido y vertido por su garganta (6). Mitrídates, en teoría un «bárbaro», fue acogido como un libertador y se le llamó «salvador de Asia» y «nuevo Dioniso».

¡Exterminad a los romanos! ¡Kill ‘Em All!

Mitrídates era un cabroncete de tal calibre que, en el año 88 a. C. (7), para garantizarse la lealtad de sus nuevos súbditos, dio órdenes secretas desde Éfeso para que en un mismo día fuesen asesinados todos los ciudadanos itálicos de la provincia, con sus esposas, hijos y libertos (Vísperas Efesias) (8). Fue una de las masacres más terribles de la historia. El día fijado, los griegos de la zona se entregaron a la carnicería. Los romanos fueron reunidos y abatidos en masa; Según las fuentes antiguas, unos 80.000 itálicos murieron en aquella sangrienta jornada.

Mitrídates VI rey de Ponto
Mirítrades, rey de Ponto. Fuente: Wikipedia

La venganza de Roma. Te vas a cagar, Mitrídates

Todo cambió cuando el general romano Sila se presentó en Grecia con sus legiones. En 87 a. C. asaltó Atenas (9) y venció en varias ocasiones a los ejércitos de Mitrídates. El soberano del Ponto firmó una paz por la que renunciaba a sus conquistas y pagaba una indemnización por los gastos de guerra, pero mantenía intacto su reino (10). Pero entre los años 83-81 a. C. se desarrolló la segunda guerra mitridática; el ambicioso general Licinio Murena invadió el Ponto (11) y, tras la intervención de Sila, cesó las hostilidades y obtuvo el título de imperator (12).

Sila. Fuente: La brújula verde.

La tercera y definitiva guerra estalló cuando Roma heredó Bitinia al morir su rey, Nicomedes IV, en el año 74 a.C. Al año siguiente, Mitrídates invadió Bitinia (13) con un nuevo ejército, organizado en cohortes y armado con la mortífera espada corta y el escudo romanos. El momento parecía propicio: Roma estaba ocupada en una guerra en Hispania contra Sertorio y en la revuelta de Espartaco en Italia (14). Pero al mando de las operaciones romanas se encontraba un general enérgico y de talento, Lúculo (15), que le dio al rey del Ponto por un sitio con mala rima y cortó sus líneas de suministro obligándole a retirarse en total desorden.

Y llegó la época de las vacas flacas para Mitrídates. Me abro y… ¡tiro millas!

La situación era tan desesperada para Mitrídates que envió a un eunuco de su confianza para obligar a que sus hermanas y esposas se suicidaran antes que caer en manos de los romanos (16). Él, en cambio, consiguió huir a Armenia, donde fue acogido por su yerno Tigranes. Durante varios años, Lúculo mantuvo el acoso contra el fugitivo, hasta que un motín de sus legionarios (17) convenció al Senado de la conveniencia de reemplazarlo. En la primavera del año 66 a.C. cedió el mando a Pompeyo (18), el vencedor de Sertorio y de Espartaco.

Mitrídates había vuelto a su reino del Ponto, pero ya no estaba en condiciones de presentar batalla. Con nocturnidad y alevosía, Pompeyo sorprendió a su ejército y lo derrotó por completo (19). Mitrídates salió por patas con parte de sus tropas e intentó refugiarse de nuevo en Armenia, pero fue rechazado. Entonces huyó a la Cólquide y desde allí marchó al reino del Bósforo Cimerio, en la actual Crimea. Únicamente le seguían unas pocas tropas leales y una de sus esposas (20), Hipsicratea, una amazona de pelo corto, de aspecto viril, y hábil en el uso de las armas. Lo que se dice » toda una mujer de armas tomar».

Hipsicratea. Fuente: WikiVisually.

El poético final de Mitrídates, un rey con antígenos 

En Crimea, Mitrídates intentó reclutar un nuevo ejército pero fue traicionado por Farnaces (21), su hijo más querido, que le salió rana y decidió encerrar a su padre ya que pretendía apropiarse del reino con el beneplácito de Roma. Temiendo caer en manos romanas, el rey bebió un veneno que siempre llevaba consigo oculto en la funda de su espada pero no le causó ningún efecto porque a lo largo de su vida, por temor a ser envenenado, había desarrollado inmunidad a base de tomar pequeñas dosis de todos. Entonces le pidió a un oficial de su guardia que lo atravesara con su espada (22). Farnaces envió el cuerpo a Pompeyo, que lo enterró con todos los honores en Sínope.



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Referencias y bibliografía

Referencias

(1) Matyszak, 2005, p. 89.

(2) Matyszak, 2005, p. 90.

(3) Matyszak, 2005, p. 89.

(4) Matyszak, 2005, p. 92.

(5) Matyszak, 2005, p. 92.

(6) Matyszak, 2005, p. 92.

(7) Ballesteros Pastor, 1996, p. 103.

(8) Ballesteros Pastor, 1996, p. 103.

(9) Ballesteros Pastor, 1996, p. 148.

(10) Ballesteros Pastor, 1996, p. 170.

(11) Ballesteros Pastor, 1996, p. 194.

(12) Ballesteros Pastor, 1996, p. 196.

(13) Ballesteros Pastor, 1996, p. 225.

(14) Ballesteros Pastor, 1996, p. 212.

(15) Matyszak, 2005, p. 96.

(16) Ballesteros Pastor, 1996, p. 236.

(17) Ballesteros Pastor, 1996, p. 237.

(18) Ballesteros Pastor, 1996, p. 264.

(19) Ballesteros Pastor, 1996, p. 266.

(20) Ballesteros Pastor, 1997, p. 241.

(21) Ballesteros Pastor, 1996, p. 279.

(22) Aunque hay discrepancias, la mayoría de las fuentes antiguas coinciden en este hecho. Hemos dado relevancia a la expresada por Apiano (Mitridática, 16 (111).


Bibliografía

  • Ballesteros Pastor, L., 1996, Mitrídates Eupátor, rey del Ponto, Universidad de Granada, Granada.
  • Ballesteros Pastor, L., 1997, «La leyenda de las Amazonas en la historia de Mitrídates Eupátor», ‘Chaire’: homenaje al profesor Fernando Gascó, Scriptorium, Sevilla.
  • Matyszak, P., 2005, Los enemigos de Roma: de Aníbal a Atila el Huno, Oberon, Madrid.
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Javier Merino
Estudio, leo y escribo sobre historia, filosofía, política, egiptología, arte y/o economía.