Mira esa pájara… lleva el mismo vestido que el mío y ellos parecen fotocopias

Normalmente, cuando asistís a algún tipo de evento “formal”, donde predomina la etiqueta y el protocolo, os habréis fijado que, la mayoría de las veces, los hombres se visten con traje de color oscuro y, sin embargo, las mujeres lo hacen con un vestido (o traje) de diferentes colores. Por un lado tenemos a todos los hombres vestidos iguales, que no hay forma de reconocerlos en la lejanía, y por otro lado tenemos a las mujeres, cada una vestida de un color diferente.

Asistentes a los premios Goya
Asistentes a los premios Goya. Fuente

Y todo esto ¿por qué? El motivo lo encontramos en el siglo XIX, si señor, ahí está la causa de que cuando vayas a comprarte un traje formal en la tienda te saquen 20 trajes negros, 4 azul marino y 1 de color pastel, y que si se trata de comprar un vestido te muestren 20 de colores y un par de ellos negros. Parece una locura, ya que nos separan unos 200 años del siglo XIX, pero no; y es que la Revolución francesa y todo lo que desencadenó, puso las “costumbres” europeas patas arriba.

La Revolución que cambió los trajes y los vestidos

Con la Revolución francesa se implantan con fuerza las ideas del liberalismo (1) en la sociedad. Surge la idea de que todo el mundo era igual (vamos, lo que viene siendo la idea de “democracia” y de que todo el mundo puede votar, aunque a principios del siglo XIX sólo votabas si tenías pasta, si no, hacías poco). Con esta idea de democracia y de “igualdad” (de puertas pa’ fuera), lo que ocurre es que los hombres empiezan a vestir de la misma forma. Los hombres usaban trajes funcionales, cómodos y parecidos entre ellos, lo que les felicitaba la vida ya que, a simple vista, no existían diferencias y era más fácil negociar cualquier asunto (2); es decir, que se vestían casi como si fueran todos con el mismo uniforme.

Por el contrario, las mujeres (que si recordáis, en este momento aún no podían votar), utilizaban vestidos coloridos, muy parecidos a los que se habían utilizado antes de la Revolución francesa (3). El vestido femenino seguía representando la idea del Antiguo Régimen (la idea de “yo soy mejor que tú, porque tengo títulos y tierras y te lo restriego por la cara”). Antes de la Revolución (durante el Antiguo Régimen), tanto hombres como mujeres se vestían con colores similares, usaban zapatos de tacón (sí, es que el rey Luis XIV (4) fue el primer hombre en utilizarlos), encajes, bordados (5) …

Trajes y masculinos y vestido femeninos de mediados del siglo XVIII
Trajes masculinos y femeninos de mediados del siglo XVIII. Fuente

Así que tanto colores, como estampados, bordados, encajes, volantes, etc., eran utilizados por ambos sexos. Aquí lo importante era llamar la atención y decir “eh, mirad mis ropajes, son mejores que los vuestros” tanto hombres como mujeres.

Diferencias de género y de vestimenta…

El traje masculino apenas cambió durante ese siglo, mientras que el femenino continuó evolucionando hasta conseguir cada vez menos volumen.

Trajes masculinos y femeninos de mediados del siglo XIX
Trajes masculinos y femeninos de mediados del siglo XIX. Fuente

Para el traje masculino se utilizaba ropa sencilla y tela corriente. Se eliminaron los volantes, los encajes, las medias se sustituyeron por botas, utilizaban un pañuelo a modo de corbata y comenzó a utilizarse el sombrero de copa (6).

Aunque en los primeros años del siglo XIX se comenzó a utilizar el vestido cómodo y sin corsé, la moda femenina volvió a caer en el “encorsetamiento” desde la década de 1810 (7).  El uso de corsés hacía que la salud femenina se volviera más débil, lo cual era considerado algo atractivo, ya que una mujer dinámica y saludable era considerada vulgar (8). La mujer “ideal” pasaba a ser un objeto que decoraba al marido (o al padre), ya fuese dentro de la casa o a la hora de salir a dar una vuelta (9). Ella era quien se encargaba de “mostrar” la riqueza que poseía la familia mediante la utilización de un tipo de tela más cara o unos bordados más exclusivos.

Desigualdades en la ropa que llegan hasta hoy

En definitiva, a partir del siglo XIX, el traje masculino se estandariza, siendo utilizado hasta nuestros días, fomentando la “igualdad” entre ellos. Por el contrario, con el paso de los años, el traje o vestido femenino evoluciona (en forma y diseño) aunque no llegando nunca a estandarizarse, con lo cual, no se ha fomentando una “igualdad” entre ellas. ¿Qué podemos sacar en conclusión de esto? Que, por muchos esfuerzos que se hayan realizado en estos dos siglos para conseguir la igualdad, aún perduran en nuestra sociedad actual restos de un pasado que dejaba a las mujeres a un lado, como un simple objeto utilizado para exhibirlo. Pero, ¿realmente es sólo un resto del pasado o estamos ante una nueva forma latente de objetivización de la mujer?


Referencias y bibliografía

Referencias

(1) Villares y Bahamonde, 2013

(2) Pena, 2008

(3) Ídem

(4) También conocido como el Rey Sol, fue el rey francés más representativo del absolutismo; reinó desde 1654 hasta 1715.

(5) Laver, 2003

(6) Ídem

(7) Fukai et al., 2010

(8) Pena, 2008

(9) Ídem


Bibliografía

  • Cora Ginsburg, LLC, 2016, A Catalogue of exquisite & rare works of art including 18th to 19th century costume textiles & needlework, Hong Kong.
  • Flügel, J. C., 1964, Psicología del vestido, Paidós, Buenos Aires..
  • Fukai, A., Suoh, T., Iwagami, M., Koga, R.y Nie, R., 2010, La colección del instituto de la indumentaria de Kioto. Moda, una historia desde el siglo XVIII al siglo XX, Taschen, Barcelona.
  • König, R., 1968, Sociología del vestido, Editorial Carlos Lohlé, Buenos Aires.
  • Laver, J., 2003, Breve historia del traje y la moda, Cátedra, Madrid.
  • Pena, P., 2008, El traje en el Romanticismo y su proyección en España, 1828-1868, Ministerio de Cultura, Secretaría General Técnica, Subdirección General de Publicaciones Información y Documentación, Madrid.
  • Villares, R. y Bahamonde, A., 2013, El mundo contemporáneo. Del siglo XIX al XXI, Taurus, Madrid.
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Cristina Moreno Garrido
Graduada en Geografía e Historia por la Universidad de Jaén. No es que me guste la historia del vestido, pero si pudiera recrearía cada uno de ellos.