En mi anterior artículo hablábamos sobre Garbo y cómo consiguió despistar a los alemanes en la II Guerra Mundial. Vimos cómo ayudó al engaño que hizo posible el Desembarco de Normandía, pero lo cierto es que, en ese caso, Pujol fue solo una pieza más del enorme tablero de ajedrez que fue la Segunda Guerra Mundial. Y en ese tablero también estaba el FUSAG, un ejército completamente inventado. Cuando el COSSAC (1) se decide por Normandía para iniciar la ocupación europea, queda claro que debe ser sorpresa. La información sobre este evento la tenían muy pocos hombres, recibiendo el nombre en clave de Overlord.
Pero tan importante como esta, fue una que jamás se realizaría: la operación Guardia (2). Era la operación que los nazis debían creer que sucedería, y que facilitaría el verdadero desembarco. Entre sus ideólogos encontramos a un novelista británico, Dennis Wheatley (3). El problema era que los preparativos para el Día D eran tan obvios, que no podían engañar a los alemanes. ¿O sí?
David Strangeways, un coronel británico insoportable para muchos (4) y con cierto desdén hacia las normas (El Doctor House del ejército inglés) tuvo una idea. La única manera de despistar al enemigo de los verdaderos movimientos era inventar un movimiento aún mayor. Se creó el FUSAG (5), compuesto por un millón de hombres, todos imaginarios. Y los espías imaginarios de los agentes dobles informarían de sus movimientos tácticos, que jamás existirían tampoco. Como diría Homer Simpson, “todos locos”.
Tras las bambalinas del FUSAG
Para darle empaque, Patton (6) y Montgomery (7) fueron puestos al mando de sus divisiones. Patton disfrutaba actuando, y recorría el sur de Inglaterra arengando a sus “tropas”. Carente de sutilidad, solía gritar “Nos vemos en Calais” siempre que había algún periodista cerca. Pero todavía quedaba mucho trabajo para convencer a los nazis de que por allí había un millón de hombres más. Se levantaron campamentos con cientos de tiendas de campaña vacías donde unos pocos hombres se dedicaban a mantener encendidas las hogueras. Cuando se movilizaban 700 hombres, las órdenes que se daban correspondían al movimiento de miles de ellos. Se ascendía a militares, se creaban uniformes e insignias falsas.
Evidentemente, también era necesario inventar material logístico. Empezaron a botarse wetbobs (8) dispuestos por todos los puertos británicos. Simulaban pistas de aterrizaje en las que se colocaban aviones de madera (pintados, claro está). Para que pareciera que realizaban maniobras, movían carros con luces para simular despegues y aterrizajes, y cambiaban los aviones de madera de posición. En Cornualles se inundó un valle en el que se recreó un puerto que los alemanes pudieran bombardear sin sufrir pérdidas.
Con restos de fábricas abandonadas se recreó una plataforma petrolífera. Se instalaron grandes ventiladores para levantar polvo y que pareciera que trabajaban sin parar. Jorge VI, Eisenhower y Churchill (9) fueron fotografiados allí junto con los “trabajadores” y aparecieron en varios periódicos que al día siguiente estaban en Berlín. Los alemanes, recelosos, lo bombardearon. Y los soldados, para que pensaran que habían acertado, encendieron bengalas.
Curas arrimando el hombro
Las visitas de los dirigentes a las tropas falsas eran recurrentes, para darles publicidad. Y para que pareciera lo que no era, pasaban revista ante cientos de tanques de plástico. Se soltaron cientos de palomas mensajeras con instrucciones del FUSAG, los curas redactaban cartas de protesta por la baja moral de los miles de soldados estadounidenses que ocupaban Inglaterra. Incluso un hombre escribió furioso una carta (curiosamente publicada en un periódico) en la que decía haber encontrado cientos de preservativos cerca de su casa.
Vale, los alemanes ya sabían que en las islas no cabía un alma, pero, ¿y qué hacían allí? Como si de una gran producción cinematográfica se tratara, el FUSAG también contaba con toda una batería de efectos especiales. Los aviones lanzaban bengalas como si fueran torpedos, e impactaban sobre barcazas sin tripulación que eran incendiadas. Reproducían sonidos de guerra y construcción que hacían parecer que la maquinaria no paraba nunca. Los aliados podían simular incendios, horas de ejercicio de un pelotón fantasma, gas tóxico, convoyes de barcos y flotas de aviones. Llenaban las carreteras de huellas de tanque, lanzaban torpedos autopropulsados con agua que reproducían el sonido de un misil, maniquíes de plástico que se desintegraban en el suelo, altavoces que reproducían sonidos de guerra.
Pero a veces las cosas salían mal. Un día, transportando cientos de lanchas frente al Estrecho de Gibraltar donde, casualmente, había puestos de observación nazi, se levantó el viento y varias de las lanchas, de plástico inflable, salieron volando.
Finalmente, todas estas maniobras fueron un verdadero éxito. No solo se produjo el Desembarco de Normandía sin que recibieran tropas de apoyo mientras esperaban el ataque a Calais, sino que dos semanas más tarde, los nazis todavía esperaban al FUSAG por el sur.