Un genio sin conciencia, Thomas Midgley
Fue un inventor de gran éxito, o por lo menos eso es lo que pensaba él y la gente que le rodeó a lo largo de su vida. Thomas fue el creador de cosas que están en uso hoy en día y que, en su momento, fueron vistas como un gran avance en sus respectivos usos. Sin embargo, la imagen que de estos inventos se tiene en el presente, deja mucho que desear.
Desde luego, mirándolo con la perspectiva del tiempo, era un genio. Sí. Pero un genio en meter la pata hasta el fondo.
Muerte a toda velocidad
Entre las cosas que produjo el ingenioso Thomas está el tetraetil plomo. Esta sustancia se añadía a la gasolina logrando así un mejor funcionamiento de los motores, gastando menos y consiguiendo más velocidad. Por supuesto, suponiendo un transporte más barato y más veloz, se hizo popular en menos que canta un gallo. Su jefe llamó a este descubrimiento “regalo de Dios”. Claro que viendo lo que vendría después, es delicado pensar que se tratase de un regalo enviado desde ahí arriba…
Con el tiempo, entre los obreros que trabajan con el tetraetil comenzó a haber muertes a las que no se les encontraba ninguna explicación. Y, por si no fuese esta suficiente señal de que algo iba mal, entre los trabajadores sin daños mortales algunos sufrieron parálisis, temblores y alucinaciones. Gran descubrimiento, Thomas.
¿Y, qué hicieron entonces? ¿Retiraron el tetraetil de la venta? Sí, claro… ¿Cómo iban estropear la imagen del inventor, la de la empresa distribuidora y demás personas metidas en el ajo? Y ni hablar del dinero que perderían. Mejor decidieron echar la culpa a los obreros por trabajar sin el debido cuidado. Por supuesto, eso hizo correr rumores entre la gente; unos rumores que debían ser eliminados de raíz. El propio Thomas se encargó de solucionar el problema. En una rueda de prensa, se roció las manos con el producto y lo inhaló durante casi un minuto. ¿Estúpido, ambicioso, cruel? Quizá un poco de todo…
Dañando el universo… fríamente
Su siguiente invento se proponía mejorar los refrigeradores domésticos y el aire acondicionado. Por aquel entonces estos aparatos explotaban de repente por los productos que contenían para su funcionamiento, además, muchos de ellos eran tóxicos. Thomas, para descubrir una forma de acabar con estos problemas y que la gente pudiera estar fresquita y conservar su comida en buen estado, trabajó con clorofluocarbonos (CFC). Eso sí, como hay cosas que no cambian, la gente por aquel entonces también era reacia a confiar en lo nuevo… Mejor malo conocido que bueno por conocer.
Y, como Thomas ya le había cogido el gusto, para que nadie dudase de su magnífico hallazgo, respiró los gases. No debía tener mucho aprecio por la vida, o por lo menos no tanto como por el dinero o la fama.
Lo que Thomas no sabía es que con los CFC, sí que lograría un gran reconocimiento, pero quizá no del tipo que el esperaba. En concreto, la fama que ha conseguido, hoy en día. Gracias a sus gases, estamos acabando con la capa de ozono.
Acabar con la Tierra en 3, 2, 1…
Por si esto fuera poco, de la investigación que llevó con los CFC también se derivó la fabricación de muchos de los plásticos actuales. Plásticos, por supuesto, que no son precisamente una ayuda para el cuidado del medio ambiente. En su momento, es posible que fuesen un gran descubrimiento, pero hoy en día, hay que encontrar reemplazos para todos los usos que han tenido desde que los estudios de Thomas produjeron su creación. Thomas “ha tenido más impacto sobre la atmósfera que ningún otro organismo en la historia de la Tierra” (1).
Un plato que se sirve frío
La vida de Thomas no duró tanto como para que él mismo supiese que no se le recordaría como hubiese querido. El desafortunado genio murió antes de saber que sus inventos provocarían todo lo que después se supo que provocaron y que siguen provocando. Bueno, eso no es del todo cierto. Thomas supo de las muertes causadas por el tetraetil, y el karma o quien fuese se lo devolvió a su manera. El inventor contrajo la poliomielitis y sus secuelas le dejaron las piernas inválidas. Y aquí es donde Thomas realizó su último invento, el que más se arrepentiría de haber realizado.
Al estar paralizado decidió que no estaría mal darse a sí mismo cierta autonomía. Así que, con su brillante y gafe inventiva, ideó y fabricó un complicado sistema de cuerdas y poleas para poder levantarse en la cama y trasladarse a una silla de ruedas. Hasta ahí perfecto, ¿no? El sistema era todo un avance para las personas sin movilidad y, desde luego, el fruto de una mente privilegiada. Sin embargo, ninguna de las creaciones de Thomas dejaron indiferente a nadie. Esta no sería menos. Un día como cualquier otro, Thomas sufriría un horrible final a manos de su propio invento. El descubridor de grandes hallazgos que terminarían por provocar grandes desastres en el universo, murió estrangulado entre las cuerdas del último producto de su brillante y desafortunada imaginación.
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No solo él debe figurar como un inventor sin conciencia. Los grandes inventos casi todos nos han llevado a lo que hoy padece el planeta y por consiguiente sus actuales moradores y los que lo harán en el futuro.