Semónides, el misógino griego que hizo una clasificación de las mujeres: «no se las calla ni a pedradas»

Posiblemente no os suene, pero no pasa nada, ya os traigo yo a Semónides de Amorgos. Este «señorín» fue el encargado de escribir un poema precioso (mucho antes de que Jesús naciera) donde muestra de manera concisa los tipos de mujer. Sí, yo también me estoy quedando como tú. ¿Qué tipo de mujer soy yo? ¿O qué tipos de mujer conozco? Porque es esencial para la vida misma entender que sí, que hay tipos de mujeres. Y si no lo sabías, corre a la biblioteca a informarte (quien dice a la biblioteca… también vale ir al bar).

A nuestro querido Amorgos, un día, seguramente de lluvia, le dio por sacar su alma. Como resultado, podemos disfrutar hoy del Yambo de las mujeres. En él nos explica los tipos de mujer que existen. Así, tal cual lo cuento. Gracias a este poema entenderás los celos de Hera, por qué Pandora es la encarnación del mal, e incluso, entender por qué Eva fue tan «malota» al comer un fruto (prohibido).

Platón

El poema misógino de Semónides, pieza a pieza

Y es que como todo en la vida, a veces se pierde y a veces se gana. Aunque bueno, en este caso, la mujer pierde en todo. ¡Comienzan las citas!

De modo diverso la divinidad hizo el talante de la mujer desde un comienzo. A la una la sacó de la híspida cerda: en su casa está todo mugriento por el fango, en desorden y rodando por los suelos. Y ella sin lavarse y con vestidos sucios, revolcándose en estiércol se hincha de grasa.

Bueno, gracias a la versión en español de Carlos (1) se entiende de maravilla. La primera mujer definida por Semónides de Amorgos es una cerda, en el sentido de que le gusta la mala higiene y se regocija en ella.

A otra la hizo Dios de la perversa zorra, una mujer que lo sabe todo. No se le escapa inadvertido nada de lo malo ni de lo bueno. De las mismas cosas muchas veces dice que una es mala, y otras que es buena. Tiene un humor diverso en cada caso.

Este sería el segundo tipo: la zorra. Está unida a ese animal por su astucia pero a la vez por la habilidad de disfrazar los sucesos. Es decir, tan pronto dice «¡qué bonito!» como tan pronto dice «feo». Por lo tanto, poco confiable y chismosa. Diríamos que Hera es este tipo de mujer.

Y aún queda más…

Otra, de la perra salió; gruñona e impulsiva, que pretende oírlo todo, sabérselo todo, y va por todas partes fisgando y vagando y ladra de continuo, aun sin ver nadie. No la puede contener su marido, por más que la amenace, ni aunque, irritado, le parte los dientes a pedradas, ni tampoco hablándole con ternura, sino que mantiene sin pausa su irrestañable ladrar.

Este es el tercer tipo de mujer: la perra. Se define por no callarse cuando es debido, o también cuando lo quiera su marido, que a fin de cuentas es lo mismo. La define como indomable porque ni rompiéndole los dientes ni amenazándola se callaría. Ya si con esas no se calla, prueba a ser amable… pero parece que tampoco.

A otra la moldearon los Olímpicos del barro, y la dieron al hombre como algo tarado. Porque ni el mal ni el bien conoce una mujer de esa clase. De las labores solo sabe una: comer. Ni siquiera cuando Dios envía un mal invierno, por más que tirite de frío, acerca una banqueta al fuego.

La cuarta mujer proviene del barro, y se la dieron al hombre porque no quedaba otro remedio. Y encima, solo sabe comer, ya sea bajo un frío o un calor atroz.

Otra vino del mar. Ésta representa dos aspectos. Un día ríe y está radiante de gozo. Cualquiera de fuera que la ve en su hogar la elogia: No hay otra mujer más agradable que ésta ni más hermosa en toda la tierra. Al otro día está insoportable y no deja que la vean ni que se acerque nadie; sino que está enloquecida e inabordable entonces, como una perra con cachorros. Es áspera con todos y motivo de disgusto resulta como a enemigos como a íntimos.

La quinta mujer vino del mar; a veces en calma a veces enloquecida. En otras palabras, lo que en el siglo XIX se conocerá como histeria femenina (2). Ya muy lejos de Amargo, pero mira, todavía existía. Actualmente, creo que lo llaman «tener la regla» o simplemente que «cambiamos de humor como de bragas».

Otros casos de misoginia…

Aristóteles, misógino como Semónides

Sí, quedan muchos más tipos de mujeres (3). De todas maneras, no cesan las calificaciones negativas. Todas las relaciones entre mujeres y animales tienen significados negativos. Por ejemplo, el cerdo asociado con la estupidez, la zorra con  la astucia y el engaño, la perra se utiliza a modo de insulto, el asno que se define como tonto y cabezota, la comadreja que porta mala suerte, etc. Hay animales para dar y tomar.

Además, no solo fue Semónides el que hizo comentarios misóginos. Nuestro famoso Aristóteles también comenta la poca utilidad de las mujeres salvo para obedecer. Y mucho menos deben exponerse a participar en las tragedias si tuviesen que ser valientes o listas. ¿Para qué vamos a dejar que piensen? Mejor que estén recluidas a los muros de su casa.

La que parece, en efecto, que es la más sensata. Ésa resulta ser la que más ofende a su marido, y mientras anda él de pasmarote, sus vecinos se ríen a su costa, viendo cuánto se equivoca. […] ¡Y no advertimos que es igual nuestro destino! Porque éste es el mayor mal que Zeus creó, y nos lo echó en torno como una argolla irrompible, desde la época aquella en que Hades acogiera a los que por causa de una mujer se hicieron guerra.

Conclusión

Ya lo dice bien claro Semónides de Amorgos al final de su poema: «La mujer es el mayor malY la mujer más sensata y por ende, más inteligente, es la que deja mal a su marido».

La cultura griega era una tumba viviente para las mujeres. Desde los mitos, fueron creadas (para ser raptadas, violadas, perseguidas…) con el fin de amargarle la existencia a los hombres y a estar condenadas a la sombra de sus maridos.


Referencias y bibliografía

Referencias

(1) García Gual, 1983, pp. 33-36.

(2) Era una enfermedad diagnosticada por la medicina occidental hasta finales del siglo XIX. Los síntomas eran (entre otros): desfallecimientos, insomnio, retención de fluidos, irritabilidad, pérdida de apetito y tendencia a causar problemas.

(3) Podéis echar un ojo al poema entero aquí.


Bibliografía

  • Egoscozábal, C., 2003, «Los animales del «Yambo de las mujeres» de Semónides», Estudios Clásicos, 45, nº 123, Sociedad Española de Estudios Clásicos, Madrid, pp. 9-25.
  • Freeland, C. A.(ed.), 1998, Feminist Interpretations of Aristotle, The Pennsylvania State University, Pensilvania.
  • García Gual, C., 1983, Antología de la poesía lírica griega. Siglos VII-IV, Alianza, Madrid.Luján Di Biase y C., Marisol Napoli, M., 2012, El Lugar de la Mujer en Platón y Aristóteles según Moller Okin, Universidad Nacional de La Plata, Argentina.
  • Madrid Navarro, M., 1999, La misoginia en Grecia, Cátedra, Madrid.
  • Pappas, N., 1995, Routledge Philosophy Guidebook to Plato and the Republic, Routledge, Londres.

 

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Raquel Díaz Carrasco
Estudiante de Historia del Arte en la Universidad de Oviedo por la rama de Patrimonio Histórico Artístico. Amante del arte antiguo y sus sociedades. Asturiana. 1994. - Sin reflexión no hay resultado -

2 COMENTARIOS

  1. Madre mía, qué horror. No me extraña que acabaran teniendo amistades tan íntimas entre varones. Para las mujeres solo les quedaba el desprecio.
    Siempre he sabido que fue una sociedad muy misógina, pero leer estas cosas choca mucho. Me acuerdo que leí que no sé qué orador griego dijo: A la mujer se la besa cuando truene. Vamos que, mano dura no vaya a ser que coja confianzas. Y comentarios a su esposa, de que su mérito era ser discreta, obediente, y lista en el sentido de que sabía cuál era su lugar.