Cuando pensamos en soldados del siglo XVI nos viene a la memoria los famosos tercios de Flandes o los coloridos lansquenetes recorriendo los campos de batalla europeos. Pero también hubo un grupo de esclavos musulmanes convertidos en una fuerza de élite que aterrorizó Europa. Estos fueron los jenízaros al servicio de los sultanes de Turquía.
¿Quiénes eran estos los esclavos?
De niño secuestrado a fanático guerrero: los jenízaros
Para el que no lo sepa, ser esclavo en la antigua Turquía no te impedía llegar a buenos puestos. La ley islámica prohíbe hacer esclavos musulmanes; así que estos esclavos fueron capturados en el extranjero. Esta información se vuelve relevante porque cuando un nuevo sultán otomano llegaba al trono, asesinaba a sus hermanos. Como resultado de este acto de «amor fraternal» no tuvieron familia a la que confiar cargos importantes y para compensarlo crearon una “familia de esclavos”.
Para montar su particular familia, los sultanes tomaron cristianos y los transformaron en su infantería y guardia personal: los jenízaros. Se creó para ello un sistema se adquisición de material humano. Europa sería la principal suministradora de esclavos y el método de recolección fue conocido como el devşirme (1), un impuesto de sangre que se cobraba bajo estrictas (y prejuiciosas) normas.
Concurso para ser jenízaro
No se aceptaban hijos únicos, ni bizcos (por perversos), ni altos (por estúpidos), ni bajos (por conflictivos). Vamos, que aceptaban a cualquiera. Debían tener una edad entre catorce años y dieciocho años. Vamos, que ser de altura media, sin estrabismo y con hermanos era un marrón.
Estos esclavos fueron fuerza de élite en el ejército y guardia personal del sultán otomano (2), para lo que necesitaron una particular instrucción. Primero eran vendidos, por una moneda de oro, a un agricultor de Anatolia. Tras siete u ocho años con el agricultor se acostumbraban al trabajo duro (un poco como los becarios de ahora pero con mejores opciones de futuro). Luego los jóvenes aspirantes pasaban a servir en el palacio. Allí desarrollaban tareas físicas como cargar leña o traer nieve de las montañas para el depósito de hielo del sultán.
Tras completar esta fase “becaria” y cuando hubiera hueco en el cuerpo, el recluta se convertía en jenízaro. Este puesto tenía ventajas e inconvenientes. Los jenízaros no podían casarse ni tener concubinas, para evitar que tuvieran descendencia y distracciones.
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Antes muerto que rendido
Veamos un ejemplo de la fanática lealtad de los jenízaros. En la batalla de Angora (3) el ejército de Bayaceto I “el Relámpago”, hasta el momento invicto, se enfrentó contra las fuerzas del temible señor de la guerra Tamerlán (4). La batalla terminó con la derrota del sultán, que fue capturado cuando intentó escapar. Sin embargo, los jenízaros lucharon hasta el final muriendo en el campo de batalla en lugar de rendirse.
Otro ejemplo de su fanatismo y valor temerario fue en la batalla de Varna (5). La caballería pesada húngara encabezada por el rey Vladislao cargó contra las filas de los jenízaros. El sultán Murad resultó herido por la lanza de un caballero. Esto provocó un intento de huida de Murad, que fue detenido por los jenízaros. Estos le comentaron que eso de salir corriendo cómo que no iba a ser bueno para su salud (y esta gente no amenazaba en vano). La respuesta de Murad fue que, visto así, tampoco estaba tan herido. La batalla cambió de rumbo cuando Vladislao fue derribado por los jenízaros y uno de ellos decapitó al soberano (6). Luego vino la muerte de Esteban Bathory (familiar de la famosa condesa Sangrienta) y finalmente la retirada del ejército cristiano derrotado.
El héroe albanés
La fanática guardia esclava dio desagradables momentos a los sultanes. Jorge Castriota es un buen ejemplo. Fue tomado en la devşirme y entrenado como jenízaro. Llegó a general del ejército del sultán tomando el nombre de Skander Beg. Sin embargo, este alto oficial jenízaro se enteró del asesinato de su padre en Albania. Seguidamente abandonó al sultán y se reconvirtió al cristianismo para levantar una rebelión anti-otomana en su tierra natal. Durante el resto de su vida mantuvo a los ejércitos otomanos en posición precaria en la región gracias a su guerra de guerrillas (la historia y la ironía siempre combinan bien).
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Turbantes y cucharones o cómo vestir siendo jenízaro
El equipo material que usaban los jenízaros fue sencillo pero colorido. En el siglo XVI fue un manto rojo llamado caftán, pantalones largos y anchos de color azul, un calzado ligero de color blanco o rojo, y un casquete de fieltro o burk color blanco. El tocado que usaban los oficiales era de color rojo y sus botas amarillas o rojas según grado o unidad. El armamento fue inicialmente arco, pica y cimitarra para luego pasar a los arcabuces que se completaban con un sable ligero y un puñal de hoja curva (7).
Destaca que la organización de las unidades tuvo símbolos diferentes que les identificó. Además sobresalió mucho el simbolismo de los objetos y palabras culinarias. Esto llegó al loco punto de que el objeto más preciado de cada unidad fue su marmita, símbolo de que eran alimentados por el sultán por ser sus esclavos. La marmita fue tan importante que se protegía en la batalla, ya que su pérdida era una gran deshonra. El punto de poder de este talismán fue tal, que si un criminal se ponía bajo su protección, tenía derecho al asilo de los soldados. La obsesión culinaria llegó al punto de influir incluso en el nombre de los oficiales de la unidad (8). Lo cual creó una situación muy rara donde unos fanáticos y temidos guerreros llevaron como símbolo una cuchara en la cabeza.
Estos jenízaros deben estar locos, imagino que pensarían sus enemigos.
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